Nunca entendí muy bien esa entelequia del concepto de “culpa in vigilando”, pues siempre he sido partidario de que cada uno asuma sus responsabilidades sin la cómoda omnipresencia orwelliana de alguien que nos vigile, lleve por el buen camino y, llegado el caso, cargue con nuestras culpas. Esto me ha resultado siempre muy propio de las culturas judeocristianas en las que, el asunto de tener un dios que rige nuestros destinos nos ha venido muy bien para no hacernos cargo de nada.

Digo que no entiendo muy bien el concepto, a pesar de congratularme de haber aprendido en mis días mozos latín y griego y manejarlos bien, en una semana en la que nuestro Ministro de Educación y Cultura, el afable Íñigo Méndez de Vigo, celebra la entrega del premio Cervantes y perpetra el golpe definitivo de la LOMCE contra las humanidades sacando la Literatura del ámbito curricular de los jóvenes españoles. Esto es otra historia a desarrollar, pero es también mi particular crespón negro por el día del libro.

Volvamos a la culpa in vigilando que se encuentra recogida en el artículo 1903 de nuestro Código Civil y que, hasta los últimos años, se había usado en exclusiva para las responsabilidades cometidas por personas normalmente a cargo de otras, bien por minoría de edad, bien por incapacidad física o mental. La jurisprudencia ha sentado las bases de otros casos, relacionados con el mundo empresarial y sobretodo político, pero tal vez habría que darle una vuelta al asunto y clarificarlo, que para eso juristas tienen los juzgados, como doctores la Iglesia. 

Hemos asistido entre lágrimas y compungimientos en las últimas jornadas a la que parece la postrera dimisión de la inefable Esperanza Aguirre. Recalco que “parece”, porque muy dada a los grandes éxitos musicales, la aristócrata consorte estaba hacía años como en la ranchera: “que te vas, y te vas, pero nunca te has ido”. El espectáculo nos ha dado dos certezas, que las lideresas también lloran, y que el actual Presidente Mariano Rajoy, en su particular partida de ajedrez, sacrificará a cualquier pieza, incluso a su antigua reina, en la contienda de un tablero en que ya no le quedan muchos escaques. 

La llorosa ex-lideresa, que podríamos recordar cómo acosó a periodistas, causó el cese de figuras directivas de la prensa de este país como José Antonio Zarzalejos, y promovió cacerías mediáticas contra los que no se plegaron a sus deseos e intereses, al frente de una jauría que ha pasado o está por pasar por los juzgados también -así a vuela pluma me viene a la cabeza Güemes, Urdaci, Jiménez Losantos, Marhuenda-, declaró al presentar la dimisión de todos sus cargos: "Mi manera de concebir la política como servicio a España y a los ciudadanos me lleva a asumir la responsabilidad que me corresponde por no haber vigilado a Ignacio González, por no haber descubierto antes lo que ahora ha descubierto la Guardia Civil y el Juez".

Dos certezas: las lideresas también lloran y Rajoy, en su particular partida de ajedrez, sacrificará a cualquier pieza, incluso a su antigua reina

Pues bien, aceptando “in Vigilando” como animal jurídico, y eso que me cuesta creer que esta rubia tuviera un pelo de tonta, me vienen a la cabeza una serie de preguntas: ¿Es suficiente su dimisión o los jueces y fiscales tendrán que determinar si hay responsabilidades civiles y penales en no haber vigilado lo bastante?

Si miramos otros casos, in vigilando, como el de los ex-presidentes de la Junta de Andalucía Chaves y Griñán, a los que no han encontrado ningún indicio de enriquecimiento personal, todavía están encausados en farragosos procesos judiciales en los que se piden, como en el caso de Griñán, más de seis años de cárcel. ¿No es el mismo caso In Vigilando o la asunción entre lágrimas exime de las responsabilidades civiles y penales? Porque, claro, si con dimitir y echar unas lagrimitas, uno queda libre de “tamayazo y Canal de Isabel II”, por ser más claro que de polvo y paja, esto es como el acto de contrición de los pecados que nos absuelve de todo.

Pero hay una pregunta más importante que hacerse. El presidente del gobierno español y de su partido, el PP, que no sabe, no contesta, Mariano Rajoy Brey está jugando su partida de ajedrez definitiva. Todos los que conocemos el ajedrez, que siempre fue un juego de caballeros, nos cuestionamos cómo el rey, siendo la pieza más limitada en sus movimientos, sobrevive, en realidad, a costa de sacrificar al resto de sus piezas importantes. No me cabe la menor duda de que Rajoy sacrificará al que haga falta para salvarse él, aunque cada vez le quedan menos piezas. Lo que más me preocupa es que comienza a sacrificar también y sin disimulo las instituciones del Estado de Derecho de nuestro país. Hoy mismo, la Cadena SER informaba de los movimientos del Fiscal Manuel Moix, el deseado, por Ignacio González según las grabaciones últimas por su afinidad al PP, para mover de la investigación a Carlos Yáñez, quien lleva el proceso sobre la trama del Caso Lezo.

No sé a qué espera el señor Rajoy para seguir el ejemplo de Esperanza Aguirre

Si el animal jurídico in vigilando sirve para todos, ese es el principio de igualdad ante la ley, no sé a qué espera el señor Rajoy para seguir el ejemplo de Esperanza Aguirre. Él como ella, si no más, debía haber vigilado que las campañas electorales que sufragaron su ascensión como presidente del gobierno no hubieran sido dopadas con cajas B, o dinero de procedencias opacas, según parece por los procesos en marcha; debería haber vigilado que algunos de sus compañeros de ministerio no hubiesen hecho negocios ilícitos como el omnipotente Rodrigo Rato, que nos daba lecciones sobre el patriotismo de tributar en España mientras se llevaba millones de euros a paraísos fiscales; no debería haber mandado sms a gente de poco fiar, senda por la que ha seguido el Ministro de Justicia Rafael Catalá, según las informaciones recientes, o que Anticorrupción investigue a la consultoría que fundó el Ministro de Hacienda Cristóbal Montoro.

Y es que, si el padre de todos los ministros y de su partido es el tranquilo señor Rajoy, ya va tarde para asumir sus responsabilidades in vigilando. Me temo que, cuando ya no le queden peones, ni reina, ni alfiles que entregar, como está haciendo en la distancia brasilera con la Fiscalía anticorrupción, quemará el tablero. El problema es que el tablero y las reglas del juego son para todos, y no se puede sacrificar la democracia y sus instituciones por una pieza inútil, que no se da cuenta, o eso dice, de nada.