¿Alguien sabe que un tal Binali Yildirim es el primer ministro turco, el que supuestamente lidera el Gobierno y gestiona el país? Pocos lectores podrán contestar que sí, porque decir Turquía es decir Recep Tayip Erdogan, un presidente con escaso poder sobre el papel pero que en la práctica es el verdadero mandamás de la nación. Un dirigente que está a punto de concluir una larga deriva hacia la autocracia en un país de 80 millones de habitantes, miembro destacado de la OTAN y considerado clave para la estrategia de Occidente en Oriente Próximo.

A falta de saber si prosperan o no las numerosas denuncias por irregularidades, el referéndum del domingo no ha hecho más que otorgar carta de naturaleza a una situación que ya existía "de facto" y que, por primera vez en la historia de Turquía, supondrá la existencia de un presidente con poder ejecutivo que le permitirá nombrar ministros, seleccionar jueces, modificar leyes y, ya puestos, abolir una figura importante, la del primer ministro, que no servirá para nada. Es decir, Erdogan podrá manejar Turquía con mano dura, criterios islamistas y una creciente actitud aislacionista que le aleja cada vez más de Europa.

Un país dividido casi al 50 por ciento

Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas. Mientras Erdogan y los suyos pensaban que iban a obtener una victoria abrumadora, con una diferencia de 20 puntos sobre los partidarios del NO a la reforma, la consulta ha demostrado que casi la mitad de la población está en contra de esos cambios (49  por ciento, según los últimos datos). Turquía es, por tanto, un país dividido entre quienes consideran que el presidente debe contar con un poder ilimitado que le permita enfrentarse al terrorismo yihadista y kurdo y emprender reformas que saquen al país de la crisis en que le ha sumido la debilidad de su industria y la huida del turismo.

La división también es geográfica. No hay más que adentrarse un poco en ese vasto país para apreciar la enorme diferencia que separa Ankara o Estambul de las pequeñas poblaciones del interior. Modernas, europeas y poco islamizadas las primeras; pobres, cerradas y profundamente musulmanas las segundas. La traducción en sufragios ha sido evidente: el universo rural y conservador ha apoyado a Erdogan mientras el urbano se ha posicionado en contra de sus propuestas en el referéndum.

Varias realidades alejan a Turquía de Europa

Además de la consumación de una política escasamente fiscalizada y sin una clara división de poderes, una serie de datos alejan la posibilidad de que la eterna candidata Turquía llegue algún día a ser miembro de la Unión Europea: