Decía Ken Wilber, un brillante pensador norteamericano y uno de los padres de la Psicología Transpersonal, que la espiritualidad verdadera es revolucionaria; que no legitima al mundo tal cual es ahora, sino le trasciende; no aspira a consolarle de sus miserias, sino a superarlas; no pretende mejorar esquemas, sino romperlos, y crear otros más sanos y más cuerdos. Y decía también Wilber algo que me parece una de las sentencias más lúcidas que me he encontrado en mi vida: “La única locura es la inconsciencia”.

Desperdiciamos toneladas de alimentos en el primer mundo y otro medio planeta muere de hambre y penurias. Mueren miles de niños faltos de casi todo en algunas zonas del planeta y en otras zonas miles de parejas tardan años en poder adoptar a esos niños hijos de la miseria. Se nos dice que no hay dinero público para financiar una sanidad digna y decente mientras nos enteramos de que miles de millones de euros españoles están en cuentas de paraísos fiscales. Le caen dos años de cárcel a una joven por un chiste en una red social mientras permanecen sin condenar por parte de la derecha los tremendos genocidios y crímenes de la dictadura, mientras cien mil personas que defendieron la democracia siguen en las cunetas, y mientras algunos privilegiados “roban” millones de euros públicos y ahí queda eso.

Los que nos adoctrinan en sus arengas dominicales en “la caridad y el amor” bloquean las libertades e ignoran a los más vulnerables, aunque los utilizan como señuelo para cautivar las conciencias. Esos mismos que hacen una intensa apología de la austeridad y la pobreza se dedican a registrar como propios miles de bienes inmuebles de titularidad pública. Y siguen pasando sus cestitos de limosnas, aunque son una de las más grandes fortunas del planeta.

Los que nos adoctrinan en sus arengas dominicales en “la caridad y el amor” bloquean las libertades e ignoran a los más vulnerables

Uno de esos contrasentidos que siempre me causa mucha desazón es el concepto religioso de “ángel”, un mito, una invención que, sin embargo, forma parte del ideario de millones de personas, especialmente de niños, en el planeta. Nos hacen venerar y alabar a entidades abstractas inexistentes a las que atribuyen unas cualidades de inocencia y candor muy contrarias a la realidad que subyace tras ellas. Eso sí, asexuados, como dios manda, porque todo lo relacionado con la sexualidad es pecado mortal, y con los fuegos eternos no se juega. Me pasé media infancia rezando, como todos, a “jesusito de mi vida” y a mi ángel de la guarda. A este último le vi tantas veces en mi imaginación que sabría describirle perfectamente. Aunque no creo que se parezca en nada al ángel de la guarda del ministro del Interior, Marcelo. El mío no creo que sirviera para buscar aparcamiento, era un bohemio y muy despistado. Tenía unas alas que eran la envidia de cualquiera, totalmente blancas e inmaculadas, que es lo que pega, y volaba que ya quisieran muchos boeing 747.

Y aunque el asunto puede hacer gracia, en realidad es muy serio. Vivimos en un país en el que la irracionalidad más absurda se impone al sentido común y a la razón. Vivimos en un país en el que se enseña a los niños a venerar, a respetar y a amar a entes etéreos e inexistentes, mientras se obvia el respeto que merecen los seres reales y sintientes, humanos o de cualquier especie. Insisto mucho en lo de cualquier especie. Porque nos enseñan a ser especistas y a despreciar a los seres vivos que no son como nosotros. Es el odio y el rechazo al “diferente”, aunque sea un “diferente” al que necesitemos, que nos da su carne, su piel, su amor, su apoyo, su incondicionalidad y su compañía.

Vivimos en un país en el que la irracionalidad más absurda se impone al sentido común y a la razón

Leía hace pocos días una noticia que ha dado la vuelta al mundo. Un anciano italiano ha salido del coma tras haber sido visitado por su perrita. Casos como éste hay muchos. Y hay muchos ancianos cuya única fuente de afecto es su animal de compañía. Muchas personas que viven en la calle sobreviven por la compañía de un animalillo que le ofrece la complicidad que el mundo entero les niega.

En Madrid ya se están utilizando perros con fines terapéuticos en hospitales, colegios y centros de mayores. Se trata de un servicio de la Comunidad que ya ha empezado a funcionar en la Unidad de psiquiatría para adolescentes del Gregorio Marañon. En el Hospital La Fe, de Valencia, está siendo un éxito rotundo un proyecto de voluntariado con perros de asistencia a niños con cáncer. Su salud y sus emociones mejoran considerablemente.     

¿En cuántas misas alguien ha oído alguna vez que es inmoral torturar o maltratar a un animal? ¿Alguien ha escuchado alguna vez en las arengas católicas que las corridas de toros son una terrible inmoralidad? ¿Alguien ha visto a una monja o a un cura conviviendo con un animal? ¿O alguien ha visto en una misa alguna mascota? No. De hecho, la primera corrida de toros fue un sacrificio en loor a un santo cristiano.  Los verdaderos ángeles están vetados, los seres más inocentes y que nos dan todo a cambio de nada, son maltratados, abusados, ignorados, masacrados, torturados, asesinados, y los que nos venden tan cara la “moral” no dicen una palabra al respecto. ¿Qué moral y qué bondad son ésas? Realmente esa moral nada, en absoluto, me interesa.  Por mi parte, jamás he percibido tanto amor, tanta bondad y tanta ternura como en la mirada profunda de los animales. La compasión por todos los seres vivos es la prueba más firme y segura de la verdadera conducta moral, decía el filósofo Arthur Schopenhauer. Porque, en realidad, los querubines asexuados no existen. Son los animales los verdaderos ángeles.