El todavía presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, ha vivido un viernes intenso para ser el último que podría pasar al frente de la región. Tanto, que igual le han amargado su último fin de semana, porque este lunes se cumple el plazo que Ciudadanos le puso al Partido Popular para que le quite del cargo, deje de manchar la institución con sus sospechas de corrupción y la formación pueda mantener el poder.

En principio, este deadline no debería preocuparle, por dos razones. Por una parte, porque la palabra de Ciudadanos es menos de fiar que sus amenazas. Ya le dieron un ultimátum a Cristina Cifuentes para que echara al alcalde de Alcorcón tras las navidades y David Pérez sigue en el cargo, ahora que ya estamos en primavera, aunque a lo mejor la formación de Rivera se ha despistado con la nieve de este jueves. Por otra parte, porque Mariano Rajoy parece empeñado en blindar a Sánchez, convencido de que se le acabaría el cuento de que la corrupción del PP es cosa del pasado -donde siempre estuvo Rajoy, por cierto-, ya que el marrón del presidente murciano es todo suyo.

Este jueves, justo antes del viernes horribilis, Pedro Antonio Sánchez intentó a la desesperada lavar su imagen con una dosis de populismo. El presidente murciano se apuntó a la moda de cargar contra el impuesto de sucesiones y prometió que lo eliminaría en su región, al estilo Cifuentes. Esto de ganarse el favor del votante con el dinero ajeno es de primero de política, pero lo más vergonzante de todo es que lo haga con el impuesto de las herencias. Porque, como hemos contado esta semana, la campaña que abanderan varios medios contra esta tasa, alegando que perjudica al pobre currito, en realidad sólo beneficiaría al 0,7% más rico de la población y el agujero lo acabaremos pagando los mismos tolais de siempre, la clase obrera.

Sin embargo, Sánchez se ha encontrado con que este viernes el PSOE ha registrado una moción de censura para echarle del cargo y hacer presidente al socialista Rafael González Tovar. Para su admisión a trámite, y su posterior aprobación, hace falta el apoyo de Ciudadanos, que tiene en juego, una vez más su credibilidad. Y, hasta ahora, parece que su interés por que siga gobernando el PP es mayor que su ánimo de echar a Sánchez.

Y para colmo, el que fuera presidente de Murcia con el PP, Alberto Garre, se ha marchado del partido dando un portazo y acusando a Rajoy de “inacción” -qué sorpresa- para así “enterrar la corrupción” que inunda la región que lideró.

La guinda del viernes la ha puesto la fotografía publicada por La Verdad que muestra al juez que instruye el principal caso de corrupción que afecta a Sánchez, tomando cañas con Cosme Ruiz un dirigente del PP regional. La imagen se tomó justo después de que el presidente murciano declarara como imputado ante el magistrado. De hecho, Ruiz era un concejal raso sin cartera. A sus 80 años, este edil debería estar pensando en campeonatos de petanca, pero Sánchez le acaba de nombrar vocal en la directiva del PP de Murcia, quién sabe si en recompensa a su habilidad para cultivar amistades judiciales.

Sin embargo, ni Tovar, que aspira a echar a Sánchez, ni Garre, que ha dicho “basta ya” con la corrupción de su partido, ven nada raro en esta bella estampa cervecil. Ambos han señalado este viernes, con todos los focos sobre ellos, que es algo normal este compadreo político-judicial, porque en Murcia “todos se conocen”. A mí que me lo expliquen, porque Murcia se sigue escapando a mi entendimiento.