Algunos de los dirigentes de Podemos han entendido, por fin, que lo que se necesita para ganar unas elecciones es un mensaje directo e inteligible para la mayoría. A pocos días del congreso de Vistalegre, Diego Cañamero, uno de los fieles seguidores de Pablo Iglesias, dio una razón incontestable para votar al actual y único candidato a la secretaría general: "Quien no entienda que hay que votar a Pablo es porque es tonto o muy tonto". Ya está bien de sesudas discusiones entre politólogos como Íñigo Errejón o Raimundo Viejo, sobre asuntos tan intangibles como el modelo de estado, lo que la gente necesita tener claro es que, a la hora de votar, lo más importante es que la papeleta sea de menor grosor que la ranura.

Siguiendo el camino iniciado por Cañamero, otro de los escuderos de Pablo Iglesias, Juan Carlos Monedero, llamaba la atención sobre un tema vital que hasta ahora apenas había merecido atención: la vestimenta. En una entrevista al programa La Brújula, de Onda Cero, el brillante profesor universitario dijo que para comprender qué es lo que estaba pasando en Podemos, era conveniente fijarse en "cómo visten ahora algunos. Muchos no visten ahora como vestían cuando empezamos". Quizá se refería a que Íñigo Errejón ahora usa pantalones largos, pero no quiso ahondar más en tan complejo asunto, seguramente a la espera de obtener financiación por parte de una conocida marca de ropa española, que ha mostrado interés en el estudio.

No quedaron ahí los mensajes que demuestran la madurez política alcanzada por algunos sectores de Podemos. Pablo Iglesias nos sorprendió el jueves afirmando que si su candidatura a secretario general y al consejo ciudadano estatal (es decir, a todo) no triunfaba, estudiaría dejar su escaño de diputado e, incluso, llevarse la pelota a casa, que para eso se la trajeron a él los Reyes Magos. Un día después supimos que Pablo Echenique, en ese empeño de poner las cosas fáciles, había intentado rediseñar el sistema de votación para que la candidatura de Iglesias pudiera ser votada con más "sencillez".  

A tanto está llegando la simplificación entre los amigos de Pablo (enemigos de Íñigo), que ya son incapaces de interpretar encuestas tan sencillas como la última del CIS, en la que Iglesias obtenía el dudoso honor de ser el líder español peor valorado. Si Podemos sigue queriendo ser un partido transversal que aspira a alcanzar el poder, nada mejor que tener al frente a un candidato que se ha ganado, aunque fuera injustamente, la animadversión de buena parte del electorado. A este paso, en el próximo congreso de Vistalegre, emulando la discusión pepera de si son gaviotas o charranes, quizá la discusión se centre en si el color morado es el que más favorece la palidez de Pablo y, a esas alturas, del partido.