Intento huir, si es que acaso es posible para un periodista, de la vorágine congresual que este fin de semana se ha apoderado de Madrid. Pero la actualidad es más rápida y fracaso de pleno al refugiarme en Salamanca, en un bonito hotel donde cafetería, hall y rellanos han sido tomadas por ejemplares de La Razón. Después de cerciorarme en recepción de que no hay, en un kilómetro a la redonda, ningún periódico que no acabe de ser condenado a pagar 30.000 euros por mentir, apuro mi copioso desayuno y hago de tripas corazón para lanzarme a las páginas que ha preparado para los huéspedes el señor Marhuenda.

Paso rápido por la exigencia de un economista de que los estibadores sean igual de precarios que el resto de curritos; la reclamación de que Carromero dejé de manchar la imagen del Congreso y se vuelva al mundo rural del que no debió salir nunca; y un rumor sobre los robos en un mitin de Podemos, sin que quede claro si el hurto era cosa de vulgares carteristas o del propio Miguel Urban.

Y llegamos a un editorial dedicado a loar al Partido Popular por el Congreso que acaba de empezar "en cierto modo, marcado por la dura sentencia" de la trama Gürtel. Y eso que es sólo la primera condena y el lunes se sientan en el banquillo Ana Mato y el propio PP como partido, una novedad histórica, pero para el diario son "casos pasados". Alaban que Cospedal reconociese el viernes que estuvieron torpes al afrontar la podredumbre,  pero prestos aclaran que fue "sin duda, por la sorpresa e incredulidad ante lo que estaba pasando".

Pero no nos extendamos en la autocrítica, debió pensar el editorialista, y pasemos a los piropos, para que no se nos atragante el café. "El PP, sería de justicia reconocerlo, no sólo ha pedido perdón a la sociedad española y reconocido los errores, sino que, y es lo más importante, ha colaborado abiertamente con la Justicia".

Es aquí donde se viene a la cabeza la destrucción de pruebas como los discos duros de Luis Bárcenas o la persecución a la jueza de dicho caso. O el empeño por mandar al instructor de la Púnica a Iberoamérica, a la vista de que no está bajo nuestra jurisdicción y es un caramelo menos apetecible. O la serie de catastróficas desdichas judiciales de Murcia. Pero no hace falta irse tan lejos porque a veces la realidad está a la vuelta de la esquina... o de la página.

A la vuelta del editorial, espalda con espalda, como Los Cazafantasmas, encontramos un artículo de Enrique López, magistrado en activo que empieza su perorata contra la desobediencia independentista citando varios versículos del Antiguo Testamento. Todo un alarde de laicismo y derecho público. Quizás se esté ya preparando una futura recusación por si el día de mañana, en uno de sus vaivenes judiciales le cae alguna causa soberanista.

López da la monserga sobre la importancia de cumplir las leyes. Él, por quien el PP se saltó las normas para proponerle como magistrado del Tribunal Constitucional. Él, que tuvo que dejar dicho órgano, el de más de nivel de España, cuando la Policía le pilló conduciendo borracho por el centro de la capital. Él, que ahora que está en la Audiencia Nacional, ha sido recusado en todas las piezas de la Gürtel, no porque tenga lazos familiares con el socio de uno de los principales imputados, sino porque sus vínculos con el PP son más que evidentes.

Ni la colaboración con la Justicia ni "la mayor batería de medidas anticorrupción de la democracia" que, según La Razón, ha realizado el PP, deben ser de tal calado cuando ellas sola se desmontan en una cuartilla de papel. Espalda con espalda, que es como mejor se cazan los fantasmas. Y las fantasmadas.