Quizás motivadas por el hecho de que la electricidad esté a precio de carabinero, las masas se han enfervorecido con el nombramiento de Arsenio Fernández de Mesa como consejero “independiente” de Red Eléctrica de España (REE). “¿Qué conocimientos de la industria tiene este hombre?”, se preguntan, ignorantes, ese compendio de ciudadanos normales que aspiran a encontrar un trabajo a base de presentar currículos.

Viven, sin duda, en otra realidad. Una dimensión paralela que nada tiene que ver con la que viven todos esos prebostes de alta alcurnia con apellido compuesto. Un mundo del que, por ejemplo, escapó María Dolores de Cospedal cuando se sacó de la manga un “de” para su apellido que no tienen ni su padre ni su hermano.

En esas alturas sociales, los conocimientos no se adquieren en universidades o cursos de FP, sino que haces “chas” y aparecen a tu lado, o en tu biografía. Son parte de la herencia que reciben “los hijos de buena estirpe”, como bien dejara explicado Mariano Rajoy en los lejanos años 80. Y como ha seguido ejerciendo Fernández de Mesa con las generaciones venideras, colocando a su hija como asesora, primero, en el Senado y, después, en la Comunidad de Madrid, tras no conseguir ser elegida como concejala en Majadahonda.

Arsenio, para la mayoría de votantes, o Cuco, para los amigos falangistas que cadena y bate en mano le acompañaban en su misión de limpiar las calles de Ferrol de basura demócrata en la Transición, sabe bien de qué hablamos. Incapaz de hincar los codos, acabó de auxiliar de jardinería en el puerto, lo que en su CV se tradujo como “funcionario del Estado”. Y pasó a ser “inspector técnico de una multinacional inglesa” cuando en realidad era delegado en una empresa de pinturas para barcos.

Su sueño de alcanzar los rangos militares de sus antepasados se vieron, en parte, colmados cuando pudo presumir de tener sendas diplomaturas en Altos Estudios Militares y de Defensa. Pero sufrió un bache al descubrirse que con diplomaturas se refería al diploma que le dieron por unos cursillos para diputados y senadores, con el mismo valor internacional que mi diploma de Campeón de Petanca 1997 del Hotel Jaume I de Salou.

Finalmente, vio recompensada su fidelidad a Mariano Rajoy con el nombramiento de director general de la Guardia Civil, aunque esperaba que le hicieran ministro de Defensa, pese a su desastrosa gestión del incidente del Prestige como delegado del Gobierno de Aznar. Este cargo sí era real, pero Cuco siempre es capaz de ir más allá, así que se hizo retratar en este puesto con chaqué, bastón de mando inventado y aires decimonónicos.

Para no faltar a su cita con la fantasía, se alicató el pecho con 14 medallas que asegura que “son suyas y son reales”. Si no se las inventó, al menos rompió todas las reglas de protocolo y del buen gusto. Y está por ver de dónde ha salido el dinero para dicho adefesio.

Así que calma. Si Cuco llegó a dirigir la Guardia Civil sin tener siquiera los estudios para ser agente, está claro que no necesita ni un curso CCC de electricista para cobrar más de 150.000 euros al año en REE. Eso sí, en unos años, este puesto le valdrá para presumir de ser ingeniero industrial. Y, por el camino, con un poco de suerte, a lo mejor toca un botón por error y acaba bajando el precio de la luz.