En toda la ya bastante larga historia de los Estados Unidos de América –con excesiva frecuencia olvidamos que en el mismo continente existen también otros Estados Unidos, los de México-, jamás un presidente había concitado tanto y tan diverso rechazo en tan poco tiempo como ha hecho Donald Trump tras solo unos pocos días de mandato. 

En poco más de una semana las primeras decisiones presidenciales de Donald Trump no solo han provocado ya un gran número de multitudinarias manifestaciones ciudadanas por todo el país y también en muchas otras naciones. Trump ha visto paralizadas en los tribunales algunas de sus medidas ejecutivas, ha provocado todo tipo de reacciones críticas por parte de las grandes empresas de Silicon Valley así como de Starbucks y Airbnb, incluso de Goldman Sachs, y ya son como mínimo una veintena los congresistas republicanos, esto es los de su propio partido, que se han manifestado contundentemente en contra de algunas de las primeras decisiones presidenciales. En el exterior son ya muchos los gobiernos, en especial europeos, pero también americanos, africanos y asiáticos, que se han pronunciado de forma muy crítica respecto a la orientación global de las políticas que Trump pretende imponer desde la Casa Blanca.

No obstante, conviene recordar que Donald Trump no ha engañado a nadie. Trump no engaña a nadie, y menos aún a sus electores: todas las medidas que ha puesto en práctica en estos primeros días de su mandato presidencial figuraban en su programa electoral y él mismo las había anunciado una y otra vez en los últimos meses. ¿A qué viene, pues, todo este escándalo político y mediático? El presidente Trump ha estrenado su nuevo e importantísimo cargo –el primer cargo político de toda su vida- tal como había dicho que lo haría.

Nadie le puede negar a Trump la legitimidad de su elección como presidente de los Estados Unidos de América. Aunque en las urnas su rival demócrata, Hillary Clinton, obtuvo dos millones más de votos, Trump venció en número de delegados. Le apoyaron unos sesenta millones de ciudadanos estadounidenses, que es de suponer que lo hicieron en base a un programa político y económico determinado, a unas promesas electorales que por ahora está cumpliendo poco menos que a rajatabla, sin moverse ni un ápice de su propio guión. Un guión eminentemente populista, ultraderechista, xenófobo, machista, racista y aislacionista, de un nacionalismo exacerbado.

Conviene tener muy en cuenta que la gran democracia de los Estados Unidos de América, a pesar de todos sus muchos defectos, cuenta también con importantes medios políticos y jurídicos establecidos para poder corregir, limitar e incluso impedir los posibles excesos del poder presidencial. Uno de estos medios es el del “impeachment”, una fórmula propia del derecho anglosajón por la que se puede llegar a la destitución e inhabilitación incluso del presidente de la nación. Es cierto que ningún presidente ha sido finalmente condenado en un “impeachment” –no lo fue Andrew Johnson, en 1868, ni tampoco Bill Clinton, en 1999-, pero no es menos cierto que Richard Nixon se vio obligado a dimitir como presidente tras el inicio de su “impeachment” a causa del célebre escándalo Watergate.

Tal vez sea muy pronto para asegurarlo, pero en modo alguno parece descartable que Donald Trump pueda verse sometido, más pronto que tarde, a un “impeachment” de consecuencias imprevisibles.

Mientras, en España seguimos ensimismados, al parecer incapaces de sustraernos de asuntos tan importantes como los supuestos y en este caso reales vídeos de Bárbara Rey –reales, claro está, por quienes serían sus dos principales protagonistas-, por las increíbles hazañas de un exjuez y ahora también exsenador lenguaraz desvelando los aspectos más sórdidos de los planes del secesionismo catalán, por las informaciones sobre los nuevos y cada vez más escandalosos casos de corrupción política, por las trifulcas entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, por los dardos envenenados que se cruzan Pedro Sánchez y Susana Díaz ante la perplejidad de Patxi López, por la ignorancia total que Mariano Rajoy dice tener de todo cuanto acontece a su alrededor…