Viendo la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, resultaba muy difícil no sentir vergüenza ajena. Es verdad que ha sido elegido por el pueblo estadounidense -por tres millones de votos menos que la señora Clinton- pero ese ejercicio democrático no palidece la cantidad y calidad de crítica que se le puede adjuntar.

Era la contradicción en estado puro. Era la vuelta a 180 años atrás en la vida del país que hasta ahora era el líder del mundo libre. Fue en 1830 cuando otro presidente, James Monroe, dijo aquello de “América para los americanos” que es lo mismo que perora Trump con formas mucho más groseras y zafias.

La contradicción en estado puro porque el multimillonario que lo es gracias a sus negocios en todas las partes del mundo ahora, como inquilino de la Casa Blanca, pretende reducir el mundo al territorio nacional de los Estados Unidos. Contradicción en estado puro porque el máximo ejecutivo del pueblo estadounidense (cuyos principios fundaciones se hincaron en el liberalismo) pretende ahora refundar esa nación sobre el proteccionismo y la autarquía. ¡Demencial!

Formas. Me recuerdan en demasía si bien salvando todas las distancias con un alcalde que acabó malamente llamado Jesús Gil. Si se observa con atención las formas y algunos principios son los mismos. Insisto: ya sabemos como acabó aquella andadura andaluza fascista/populista.

No son buenos tiempos para la lírica internacional. Europa, el espacio más libre y progresista del mundo, no está dando respuestas adecuadas a un bravucón que ha olvidado sus orígenes alemanes (no escoceses como presume) y amenaza con poner el orden mundial patasarriba.

No parece que a Trumpp le importe una higa España. Mientras amenaza con el “America, primero” pide ayuda al resto del mundo civilizado para combatir el yihadismo radical. Debería saber que en España tiene desde tiempo inmemorial bases y soportes militares. Si no lo sabe -que sería posible dada su nula catadura intelectual- el Gobierno española debería recordárselo.

Y ahora tenemos dentro de unos meses a Francia. Con la amenazante fascistona Marie le Pen.

¡Comprendo el pesimismo sobre todo lo que nos circunda! Es más, lo comparto.