El pasado viernes Gemma Nierga, en el programa 'Hoy por Hoy' de la cadena Ser, recriminaba a Juan José Millás que no estuviera en la terraza de la emisora explicando a los oyentes cómo nevaba sobre Madrid. El magnífico escritor, colaborador habitual del programa, se defendió haciendo uso de la verdad, un arma absolutamente demodé: "No estoy en la terraza, porque en Madrid no está nevando". Los meteorólogos, una especie de economistas del clima, habían dicho que en Madrid iba a nevar, y a alguien de la redacción se le había ocurrido que no podía haber mejor inicio de programa que una poética descripción de la caída de los blancos copos, así que la periodista insistió. Pero como Millás se negaba a entender que lo que necesitaba el programa en ese momento era que saliera a la maldita terraza y con voz aterida, hiciera frío o no, compusiera un poema sobre el blanco manto que no cubría la capital de España, la cosa quedó en un "pues alguien ha dicho esta mañana que ha visto caer algún copo sobre la ciudad".

Sobre donde no deja de nevar desde hace muchos años es sobre el periodismo. El grosor de hielo que lo cubre sería suficiente para reponer el que de forma cada vez más acelerada pierde el Ártico. Una de las principales excusas que se utilizan para defender la mala calidad de nuestros medios de comunicación es que escasea el dinero. Pero basta que haga frío en invierno, calor en verano o se les ocurra florecer a los cerezos en primavera, para que los directivos tiren la casa por la ventana y los informativos se llenen de reporteros llevados a los más recónditos lugares del país, para que nos sorprendan con el milagro de las estaciones.

Mientras las televisiones, las radios y los diarios llenan su espacio con relatos de lo obvio, lo oscuro sigue campando a sus anchas sin que le prestemos atención. Con cada televisor que hemos encendido estos días para ver lo que pasaba al otro lado del cristal de nuestra ventana, los contadores de electricidad giraban con más rapidez. Cierto es que en algunos breves a algún periodista le han dejado explicar que la electricidad estaba cada vez más cara, y que las eléctricas, haga frío o calor, viven en un permanente agosto. Pero desde luego ningún directivo ha entrado en una redacción y les ha dicho, como sí ha hecho con la increíble noticia de que hace frío en invierno, "a por ellos y no reparéis en medios".

Si lo hubiera hecho, si los periodistas hubieran dedicado sus horas a investigar y preguntar y no a resbalar sobre la nieve e interrogar a los lugareños si recuerdan algún invierno anterior en el que hubiera hecho frío, quizá a estas alturas sabríamos por qué si las empresas eléctricas son tan necesarias y tan rentables no hay ninguna que sea pública, con lo bien que les iría a las arcas del estado. O por qué el gobierno del PP frenó el plan de energías renovables aduciendo que eran muy caras, pero que ahora achaquen la subida del precio de la electricidad a que no hay suficiente viento y agua y hayan tenido que recurrir a las centrales tradicionales. Les dejo, que son las nueve de la noche y no se ve el Sol, a ver qué dicen sobre ello en la tele.