Desenfundar la pluma para referirse a Pablo y sus declaraciones da pereza. Además de la pereza que me genera escucharle a estas alturas, me agota de antemano el hecho de tener que navegar durante días entre esos perfiles fanáticos de las redes sociales (la mayoría son más bien de esos con foto indefinida y nombres absurdos que responden al estereotipo de los llamados trolls, esto es, cuentas que se hacen como legión que aplaude al mesías o sacude al que lo critique). A estas alturas de la película solamente me causan pereza, pero no por ello dejaré de escribir, aunque sé que eso sería lo que quisieran (y me consta que más de uno ya no lo hace precisamente por los insultos, amenazas y bombardeo que recibe por parte de esta manada teledirigida). 

Escuchaba estos días unas declaraciones de Pablo sobre su pertenencia de clase, porque su abuela era obrera y se crió entre mujeres, porque sus padres son tal o cual cosa y porque él defiende con un cierto orgullo, según parece, ser hijo –o nieto, o qué se yo- de clase trabajadora y poder, desde su escaño como diputado, cagarse en los muertos de no sé quién. Porque dice que él ha venido a la política a representar a los de abajo –o algo así- y que se le tiene que entender bien cuando habla; que lo políticamente correcto no llega bien, y que hay que ser políticamente incorrectos para no ser hipócritas. En fin, todo dicho en camiseta, porque también decía en la misma charla que él ha venido a representar con su forma de vestir a no sé cuántos... todo así, muy batiburrillo pero diciendo cosas grandilocuentes, como si fueran importantes y estuviera descubriendo la fórmula mágica para enseñarnos lo que es la política... cuando en realidad lo que hizo fue pura demagogia. Eso sí, todo en el contexto, porque si me olvido de enmarcar el foro y el momento algunos dirán que todo lo descontextualizamos y que semejantes cosas, si se sacan de contexto no se entienden: estaba en la presentación de un libro que ha escrito el cantante de rap de Los chikos del maíz.

 

Efectivamente, hace falta contextualizar, porque si no sabemos qué tipo de obras de arte es capaz de parir Nega, no comprenderemos nada del discurso de su fan, Pablo. Aquí una muestra:

 (...) Aquí existe libertad, no hacen falta modales,
Sólo valor y dignidad como Leila Khaled.
Aquí todos caben, pero con respeto.
Un "no" es un "no" y si no, patada en el careto. (...)

Y si ser libre es ser puta, pues somos reputas. (...)

Feminismo es Tania Sánchez, no filósofa frívola. (...)

Efectivamente, cuando contextualizo, cuando me detengo a buscar estas perlas es entonces cuando paro y digo.... ¿puedo pedirle a alguien que aplaude esto que se pare a pensar por un momento en las cosas que dice? Y llego a la conclusión de siempre: lo de "cagarse en los muertos" supuestamente de los que ahora son de derechas, queriendo ir de rojo y obrero, es un discurso impostado para tratar de empatizar de algún modo con la parte más baja y visceral... sabiendo como sabe que lo que dice levantará ampollas y queriendo hacer pasar a quienes levantamos las cejas al escucharle como si fuéramos simpatizantes del fascio. Lo mismo de siempre: o estás conmigo o estás contra mí. 

En este discurso simplista, de buenos y malos, de lo mío y lo tuyo, solamente un recordatorio, ya que a este señor todo parece que se lo han contado (le han contado lo de ser obrero, lo de ser rebelde y feminista, le han contado tanto... y él no ha vivido nada): la guerra de nuestros abuelos, Pablo, fue una barbarie. Un asesinato entre hermanos, primos y vecinos. Que solamente en esas letras de rap que tanto te gustan y en algunos libros radicales se explica como bandos ideológicos enfrentados, como una batallita de monigotes en un juego de mesa. 

Va siendo hora de que alguien reconozca aquí de una puñetera vez, Pablo, que los muertos de "un bando" y los muertos "del otro" se sentaban en la misma mesa, muchísimas veces, en la cena de Navidad. Y que por eso las heridas aún siguen abiertas. Y porque efectivamente, unos quedaron sometidos a los otros. Pero no te olvides de que la auténtica barbaridad fue la que destrozó familias, pueblos, historias personales; que la máxima aberración fueron las cuitas personales que se saldaron justificándose en una guerra que solamente unos pocos entendían de qué iba. 

Un país analfabeto el de aquél entonces que corría despavorido de un lado a otro y que en muchos casos tuvo que luchar "donde le tocó" para sobrevivir, dando muerte a sus propios hermanos, primos y amigos que habían "caído" en bando contrario. 

Cagarse en los muertos de alguien, Pablo, es escupir hacia arriba en este país. Porque no hay muerto que no debería dolernos cuando de injusticia se trate.