¡Lo que nos quedaba en España! Tenemos la tira de problemas en un momento de crisis de conceptos e ideas y se empiezan a morir gentes que son noticia con segundas y terceras lecturas. No sólo se mueren (que es una mala noticia siempre), además tenemos que opinar. Mala suerte.

Repito, insisto y os pido opinión: tenemos crisis en el modelo de trabajo, tenemos crisis tecnológica, tenemos crisis de colaboración internacional (o no), tenemos crisis en la educación (¿digital?), hay miedo al futuro y el refugio es el aislamiento o/y el conservadurismo. Y más y más problemas que todos vivimos y ningún partido político debate  como tema central. Ninguno. Y perdonadme que subraye a los partidos nuevos: ni Ciudadanos ni Podemos se diferencian de los partidos que critican, tampoco ellos saben abrir debate sobre soluciones, están centrados en críticas. Demasiado fácil y demasiado inútil.

Pero, al mismo tiempo, se mueren seres humanos que generan controversias y que desvían los debates centrales.

Por supuesto que tengo el máximo respeto a cualquier muerte: hay que guardar un minuto de silencio por cualquier muerte. Al menos yo nunca dejaré de levantarme de mi silla ante el cadáver de alguien que ya jamás será nada.

Pero tenemos que vivir a unos podemitas (diputados) que se marchan del Congreso un minuto, justo el minuto de Rita Barberá. O tenemos que vivir un aplauso (agresivo) en la catedral de Valencia a la entrada del expresidente Aznar. Y lo peor de todo, nos obligan a opinar sobre un líder de hace cincuenta años que nada ha planteado sobre lo que nos pasa y lo que debemos hacer ante lo que nos pasa: Fidel Castro.

Como persona que no cree que haya nada después de la muerte, tengo un respeto infinito por cualquier muerto. Pero me irrita mucho que se utilicen muertos para guerrear contra los vivos. Se hizo con el Cid (cuentan las leyendas), pero me irrita que un muerto (más o menos entrañable, allá tú) nos cambie el debate urgente que siempre tiene una persona viva.

Pero tampoco en esto de los muertos soy neutral: he derramado una vieja lágrima por Castro y he hecho un educado gesto de respeto por Barberá.