…y ella sola se murió, reza un refrán español que se ajusta por partida doble al triste fallecimiento de Rita Barberá. Una dualidad porque Rita Barberá se ha ido sola, abandonada como un juguete roto por su propio partido. Y sola, de un infarto, y no asesinada por los medios, sus rivales políticos o los “twitters”, como se empeña en insinuar su partido, quizá por la culpabilidad de haberla tratado como una apestada cuando, quizás, no la veían así.

En su marcha de la política, Alfredo Pérez Rubalcaba, cansado de los elogios, ironizó con que “en España se entierra muy bien”. A Rita Barberá le han surgido ahora amigos donde antes sólo había vacío y espaldas giradas. Y han elogiado hasta la náusea la faceta cartógrafa de la alcaldesa, “que puso a Valencia en el mapa”. Sin aclarar si antes la ciudad era una isla hundida en el Mediterráneo, al estilo de esa Atlántida que todos los años encuentra el Canal Historia.

Puede que se refieran a los fastos internacionales que han dado relevancia a la ciudad en estas últimas décadas y que provocan el aplauso de muchos de los vecinos que han acudido a honrar su muerte. Pero tampoco debe olvidarse que todos esos brindis al sol fueron pagados con su dinero y que todos, sin excepción, con más o menos recorrido, han pasado por los tribunales. Desde la Fórmula 1 a la visita del Papa, pasando hasta por las naranjas con las que gratificaba a quien le juraban lealtad.

Tanto el excepcional, por poco habitual, minuto de silencio en el Congreso, como la ausencia de Podemos, son hechos opinables y, para muchos, censurables. Pero lo que no se puede permitir es la utilización política que el PP se ha lanzado a realizar de esta muerte. Y que sea Villalobos la que ha corrido a acusar a “los twitters” de la muerte, la misma Villalobos que defendió la penalización de los memes políticos, demuestra que la intención del PP de censurar las redes sociales se non è vera è ben trovata.

El único que de verdad tiene un problema es el PP, que repite su estrategia. Primero defienden con denuedo a sus sospechosos habituales para, de repente, cambiar el chip y tratarles como apestados. Unas veces, como ahora, será una muerte la que demuestre que en privado siguen confiando en quienes desprecian de cara a la galería; otras veces será un “Luis, sé fuerte” en un SMS archivado.

De momento, quien más conocía a Rita, su familia, sólo ha señalado al PP como los que peor la trataron, hasta el punto de reclamar que no hubiera políticos en su funeral. Basta recordar que la noche antes de fallecer, Barberá había quedado para cenar con el exministro Margallo. El mismo que unos días antes se había hecho el longuis cuando la vio en el Congreso. Lo que provocó las últimas palabras públicas de Barberá, que bien podrían servirle de epitafio: “¡Margui, que no me has saludado!”