A falta de los más elementales principios, lo que no se le puede negar a Salvador Sostres es su capacidad infinita de superación. Cuando creías que ya lo habías visto todo, el escriba de la provocación se saca de la manga una columna de opinión defendiendo el franquismo y a ese bigote con galones que intentó exterminar a media España.

Reconozco que soy de estómago duro, pero aun así tuve que parar en la segunda frase (“Hitler le creó un problema al mundo y Franco resolvió el problema de España”) para tomar un Primperan y poder terminar el resto de su columna. Y eso que fui de los primeros que le vio hablar en una tertulia de las niñas que “no huelen a ácido úrico” y, esto puntúa doble, de los pocos que llegó a ver en su blog, antes de que la borrara, la columna en la que presumía de haber practicado el pecado nefando con una supuesta política de izquierdas.

Desde que Pío Moa aparcase el martillo de los GRAPO y enarbolase la pluma (sólo le falta usar la hoz para completar el emblema de los comunistas de Corea del Norte), no se habían visto por escrito tantos desatinos juntos para loar la figura de Franco. Curiosamente, la columna se publica en el mismo ABC donde en su día se describió a Moa como “constante, independiente, lúcido”.

La diferencia es que los panegíricos franquistas de Sostres ahora ocupan la contraportada del periódico más veterano del país, que no contento con darle espacio, ni siquiera se debe leer sus columnas. Basta comprobar que en la versión escrita Sostres hablaba de que Franco sólo fusiló a 2.300 personas y en la versión digital, que pueden leer aquí si no les salta el antivirus, se ha corregido por 23.000 asesinados. Curiosamente, la misma cifra de la que presume el presidente de la Fundación Francisco Franco. Por lo visto, puestos a mentir, a nadie en la redacción le debió chocar que Franco matase a tan poca gente, mientras no fusilase a un dentista indio en bicicleta, como en el chiste.

Por supuesto, Sostres tiene todo el derecho a presumir de racismo, fascismo o clasismo (¡Ay! Esa referencia a “la clase media ordenada” que creó Franco), igual que nosotros lo tenemos a criticarle. Pero choca que un periódico monárquico con más de un siglo de historia se rebaje a publicar sus deposiciones en tan regio lugar.

Porque en cualquier otro país civilizado, las opiniones de Sostres sólo tendrían cabida en un bar de carretera, junto al muestrario de cedés chusqueros. O en el Despacho Oval de la Casa Blanca.