Reconforta comprobar que a veces se impone la sensatez política, incluso en estos tiempos de desconcierto que nos ha tocado vivir. El acuerdo alcanzado entre el PNV y el PSE va mucho más allá de un pacto de coalición, recuperando una larga tradición de alianzas entre ambas formaciones que dio muy buenos frutos para el País Vasco y para el conjunto de España. Además de garantizar la estabilidad institucional y política en Euskadi, este acuerdo fija unos objetivos a corto y a medio plazo que pueden tener repercusiones importantes, en especial en Cataluña.

Ya sin la amenaza del terrorismo etarra que tanto daño y dolor causó en España entera, pero que en el País Vasco impidió además cualquier tipo de convivencia libre y pacífica, el PNV ha optada una vez más por el pragmatismo y el realismo, rechazando la ensoñación rupturista y optando de nuevo por el posibilismo reformista, en el que solo tiene un socio posible: el PSE. Este “acuerdo entre diferentes”, es decir entre nacionalistas y no nacionalistas, se aleja por completo de la vía independentista emprendida estos últimos años en Cataluña, pero al mismo tiempo se distancia del inmovilismo de otro tipo de nacionalismo, el españolista representado por todo o casi todo el PP, en gran parte también por Ciudadanos e incluso por algunos sectores del PSOE.

Se trata de “un acuerdo dentro del ordenamiento vigente en este momento”, como queda meridianamente claro en el documento público dado a conocer por ambas formaciones políticas. Pero también es un pacto ambicioso, que propugna una reforma profunda de la Constitución que amplíe “las posibilidades para mejorar y garantizar el autogobierno que la sociedad vasca reclama”. Para ello se propugna una reforma del hasta ahora vigente Estatuto de Autonomía del País Vasco, con la posibilidad de incluir en él tanto el reconocimiento de Euskadi como nación como el derecho a decidir del pueblo vasco, pero en todo caso “siguiendo las normas y procedimientos jurídico-legales vigentes”.

Muy lejos queda aquel desafortunado Plan Ibarretxe, que de nada sirvió. Con este acuerdo entre el PNV y el PSE retorna la sensatez en el País Vasco. Ojalá este pacto sirva de ejemplo para que en Cataluña recupere también la sensatez al menos una parte del nacionalismo, constatado ya que a nada bueno conduce la deriva independentista emprendida por Artur Mas. Porque la sociedad catalana no puede perder ya más tiempo en aventuras suicidas, que la fracturan al tiempo que le impiden enfrentarse con rigor a los graves problemas económicos, sociales, culturales, institucionales y territoriales que le aquejan.