¿Es bonito o no es bonito esto? Hemos tenido que esperar mucho, las cosas como son, pero por fin nos encontramos en esos primeros momentos de la Legislatura, cuando los ministros acaban de ser nombrados y en el gabinete entran rostros nuevos. Ahora mismo, los neófitos del Consejo de Ministros son almas cándidas, seres de luz que no pasan de ser unos ojos y una nariz iconográficos suspendidos en las infografías de los periódicos.

Ni siquiera los periodistas de política terminamos de conocer la lista de ministros, imagínense el ciudadano medio. Quitando a los que repiten y a María Dolores de Cospedal -el nombramiento que más rechazo genera entre los internautas-, el resto casi no tienen antecedentes. Como mucho, algún gesto dogmático en su época sevillana, como el de quitarle una calle a la roja de Pilar Bardem para dedicársela alguna virgen, que siempre ayudan a la creación de empleo y no tienen por costumbre criticar los antojos belicistas del gobernante de turno. O algún alcalde cuyos únicos méritos conocidos son los rapapolvos del Tribunal Supremo a su “especulativa política urbanística”.

Pero, poco a poco, les iremos conociendo mejor y entrarán en nuestras vidas en prime time para decirnos que la dictadura franquista era una época de “extraordinaria placidez”, que nuestra fuga de cerebros es “movilidad exterior” o que ETA, Podemos y el aborto son diferentes versiones de un mismo cóctel. Y, aun así, serán desconocidos para muchos. Conozco a gente afortunada que, ajena a nuestra tragicomedia política, a día de hoy no sabe que quien dirigía a nuestra policía cree tener un ángel de la guarda que le ayuda a aparcar.

Y, aun así, somos un país que, en su inmensa mayoría, no sólo se declara demócrata, sino que se siente horrorizado ante la perspectiva de que un personaje como Donald Trump se pueda convertir en el próximo presidente de los Estados Unidos. “¿Cómo pueden votar los americanos a un ser tan deleznable y perjudicial para su país y sus propios intereses?”, se pregunta el pueblo que, año tras año, elección tras elección, pone su destino en manos de Mariano Rajoy y su pléyade de ministros. Los que fueron y los que serán.

Al menos a Donald Trump se le ve venir.