Frente a las dos últimas presencias de Mariano Rajoy en el Congreso de los Diputados, para subrayar que ya había conseguido -de acuerdo, eso sí, con la Constitución de1978- continuar como presidente del Gobierno de España, el PSOE no pudo enviar a su número uno, porque no lo tiene.

Se lo cepillaron quienes creen ser  los dioses del convento socialista, que se encuentra ahora en sus horas más bajas.

Pues bien, el domingo 31 de julio de 2016, en pleno verano, incluyó El País en su página de Opinión el siguiente titular: “El dilema de Sánchez”. Y añadió también que Pedro Sánchez, ni más ni menos, “apunta hacia la misma y peligrosa senda en la que han acabado los laboristas británicos con el liderazgo de Jeremy Corbyn: La de pasar de ser un partido de amplio espectro ideológico y social, con muy buenas posibilidades de llegar al Gobierno, a convertirse en un partido que solo puede sostenerse ante sus militantes pero no ante el suficiente número de votantes, como para convertirlo en una alternativa de Gobierno. El dilema de Sánchez no es entre Gobierno u oposición, sino entre oposición e irrelevancia”.

Según los mencionados dioses, los malos de la película se llaman Jeremy Corbyn y Pedro Sánchez

O sea que, según los mencionados dioses, los malos de la película se llaman Jeremy Corbyn y Pedro Sánchez. Corbyn, dispuesto a que el Labour Party no recupere la tercera vía de Tony Blair. Sí, ese amigo de José María Aznar y de George Bush. ¡Los tres que firmaron en las Azores la invasión de Irak!

Una decisión por la que José María Aznar podría acabar ante la Justicia Internacional por los delitos imprescriptibles contra la Humanidad que se cometieron en la guerra de Irak.  Esa guerra, seguro, no fue aplaudida Corbyn.