Tengo, desde hace años, un cuaderno en el que voy anotando pensamientos, sentencias, citas que, célebres o no, me han tocado fibras a lo largo de mis lecturas, o conversaciones, o simplemente mi transcurrir por la vida. Le llamo “mi cuaderno de cosas interesantes”. Tengo ya cientos de citas. Me gustan, porque a veces unas pocas palabras  pueden resumir toneladas de sabiduría. Desde Sócrates, o Nietzsche, o Jung, hasta citas de mi abuelo, de mi madre, de mi amiga Loli, que siempre ha buscado la espiritualidad y la sabiduría, e, incluso, citas anónimas, que me he encontrado en alguna pintada o en la red. 

Una de las citas que anoté en su día y que más me gusta es una pequeña reflexión del gran Beethoven, quien, además de un genio de la música, era un sabio: “No encuentro ningún otro signo de superioridad que no sea la bondad del corazón”. La bondad del corazón. Un verdadero tesoro que no muchos llevan dentro. Los seres realmente superiores, a mi entender, son los que llevan la bondad dentro de su corazón. No por moralinas absurdas, ni por dogmas ni falsas imposiciones, sino por ser parte natural de lo que realmente se es; porque la bondad fingida o prefabricada no es realmente bondad, sino pose, farsa y artificio.

Y pensando en la bondad del corazón siempre me vienen a la mente algunas personas, no muchas, que he conocido a lo largo de mi vida. Una de ellas es un gran amigo, un amigo del alma que se acaba de ir, que acaba de dejar al mundo un poco más vacío de todo aquello que le hace más humano y habitable. Juanma era médico, escritor, poeta, hombre sencillo, enormemente  inteligente, escrupulosamente honesto y honrado, muy sensible y, sobre todo, de una bondad infinita. Teníamos la misma idea de la literatura y de la palabra; y un buen día me propuso continuar un relato que escribía encuadrado en el XVII. Escribimos, a dos, varios cuentos y relatos cortos a lo largo de varios años, algunos de los cuales no han sido y ya no serán terminados.

Juanma era un hombre progresista, laicista, humanista, de izquierdas. Y además era un hombre enormemente culto e inteligente y, como digo, de una bondad exquisita. Y eso, en la Comunidad Valenciana, su tierra, siendo tantos años un coto reservado del Partido Popular, trabajando en la Administración pública y siendo el presidente de una entidad histórica, era un verdadero problema. Nuestra afinidad literaria fue siendo pareja a una bonita afinidad personal, de tal manera que me relató su vida, sus inquietudes y sus problemas.

Así fue cómo me enteré de que, de manera inconcebible, fue perseguido y acosado políticamente por algunos cargos que, durante tantos años de neoliberalismo valencià, han ocupado los sillones de  las instituciones y organismos públicos. Me parecía increíble que un médico especialista fuera acosado de tal manera, y lo fue tanto en su faceta profesional como en la relacionada con la entidad histórica a la que, en mi opinión muy equivocadamente, dedicó su vida; entidad que, por motivo de la congelación de las subvenciones, empezó a quebrar, a pesar de su enconado esfuerzo por mantenerla viva.

Con esta reflexión lo que quiero expresar, finalmente, es que el neoliberalismo, como tanto ya se ha dicho, mata. Mata de muchas maneras, con recortes en la sanidad, con el empobrecimiento de la sociedad, con el desprecio a los más desprotegidos, pero también con acosos, con nepotismo descarado, con un infame amiguismo que coloca en cargos políticos a ineptos desaprensivos.

También la bondad y la sensibilidad, no sé si matan, pero pueden perjudicar seriamente si no se saben gestionar de manera óptima. En este país, y más en la España neoliberal, la bondad y la sensibilidad no tienen cabida. Hay que ser una mala persona para medrar. La sensibilidad, la inteligencia, la honestidad y la bondad del corazón son trabas molestas para los que imponen la indecencia y la astucia como modelo a seguir e implantar. Como siempre, lo cual es otra inclemente “tradición” secular, en España la brillantez y la excelencia asustan, y se premia la mediocridad. Juanma fue víctima, como tantos y tantos otros, de la voracidad neoliberal, tanto como de su incapacidad para enfrentarse a la enorme toxicidad de algunas personas y situaciones que le rodeaban y de las que no se supo o no se pudo defender; de su excelencia, de su inmensa bondad y quizás también un poco de sí mismo.

En memoria de Juan Manuel Ferrís Gil, querido y gran amigo del alma.

Descansa en paz, Juanma.