La que hay liada en Venezuela… Que si la oposición quiere convocar un referéndum para echar a Nicolás Maduro, que si los chavistas se saltan el ordenamiento jurídico para impedir el mecanismo, que si el Papa tiene que intermediar, que si Zapatero anda de por medio… El jaleo tendría todas las papeletas para marcar la agenda de la actualidad de España, el país que más se preocupa por la situación venezolana.

Sin embargo, Venezuela no abre a cinco columnas nuestros periódicos, los informativos nacionales no han detectado a ningún podemita viajando de extranjis en la bodega de un avión con destino a Caracas, ningún tertuliano ha comparado el bigote de Maduro con el de Hitler ni se tiene noticia de que Albert Rivera esté dando abrazos gratis en la puerta de la Embajada venezolana.

Quizás toda esta desinformación sobre Venezuela tenga que ver con la buena nueva de que, 311 días después, Mariano Rajoy podrá formar gobierno gracias a la tremenda muestra de responsabilidad que ha dado el PSOE, brindándole la abstención. Por fin todo vuelve a la normalidad y se ha disipado la amenaza de que Pedro Sánchez montase las piezas del Lego que derivarían en ese peligroso Frankenstein que iba a vender España a plazos y abrir las puertas a los chavistas descoletados.

Ahora, todas las amenazas pasan porque los indignados vuelvan a la calle -aquí se llaman indignados o antisistema, mientras que en Caracas son demócratas o “el pueblo venezolano”- y por saber si Pablo Iglesias se va a sumar a la manifestación o sólo se va a hacer un selfie con ellos. Y en el PSOE temen, como mucho, que Josep Borrell pueda aspirar al liderazgo, ahora que ha demostrado la sensatez y el sentido común que ha brillado por su ausencia en los últimos Comités Federales.

Por lo demás, la tranquilidad vuelve a nuestras vidas. Rajoy volverá a ser presidente con todas las de la ley a eso de las 8 de la tarde del sábado, aunque con el castigo de perderse el partido del Real Madrid contra el Alavés. Cospedal verá premiada su errante trayectoria con un Ministerio, a ser posible alguno que le permita abofetearse sutilmente con Sáenz de Santamaría. Y el único partido de la historia que se sienta en el banquillo acusado de corrupción seguirá gobernando nuestros destinos. La vida sigue igual, que cantaba Julito.