La verdad es que, aunque parece cruel, fue el primer chiste que se me ocurrió durante las jornadas de entrenamientos celebrados en Montmeló de cara a este campeonato que estamos a punto de estrenar.

Mientras las distintas escuderías realizaban todas las pruebas necesarias para saber cómo mejorar el coche, en McLaren se limitaban a que no se les parase tras 4 vueltas.

Veía a Mercedes realizar una y otra vez simulacros de carrera. 80 vueltas, 90, 130. Ferrari acumulaba kilómetros y kilómetros cargados con sensores aerodinámicos. Red Bull realizaba paradas de pit stop, Williams ensayaba salidas. Todos realizaban simulacros propios de quien ha hecho los deberes y solo necesitan perfilar las prestaciones en la medida de sus posibilidades.

Todos menos McLaren, que a duras penas completó algo más de 200 vueltas entre sus dos pilotos, y que sufrió constantes problemas en su unidad de potencia, lo que deriva en el chiste fácil de que la escudería británica realizaba “simulacros de avería” con un gran éxito. La frustración entre los miembros de la escudería de Woking era patente, y su fractura con Honda parece irreversible.

 A pesar de los intentos de apagar el fuego y de declarar oficialmente la intención de remar en la misma dirección las declaraciones de Fernando Alonso eran esclarecedoras. “No le valen las disculpas de Honda, y lo que hay que hacer es solucionar el problema”. Fernando ha realizado con éxito también un simulacro de cabreo, y uno de contención ante los medios.

A escasos 4 días de empezar el campeonato los rumores de que McLaren podría tener una cláusula en su contrato con el fabricante nipón que les permita liquidar la relación y buscar un nuevo motorista se hacen cada vez más audibles. Aunque no sabemos qué efecto supondría en el chásis sacar un motor y poner otro distinto, lo cierto es que ahora mismo no hay mucho que perder ya que el equipo del asturiano es el último de la fila.

No hace mucho vivimos una situación parecida cuando Honda (precisamente) anunció que abandonaba la fórmula 1 a finales de 2008 y Ross Brawn se encontró con un coche construido que no tenía motor, y tras un acuerdo relámpago con Mercedes se proclamó campeón del mundo en 2009.

Fue precisamente McLaren quien en 1983 montó un motor Ford en un coche y un motor Porsche en otro antes de quedarse definitivamente con los alemanes para 1984.

No son ni McLaren ni Fernando Alonso un dechado de paciencia, ya que ambos tienen recursos y talento de sobra como para no admitir seguir arrastrándose por la cola de la clasificación. Si los japoneses no se ponen las pilas y reaccionan ya, dudo que los dos protagonistas de los que hablamos sean capaces de aguantar mucho más este simulacro de fracaso.