Este fin de semana, el suplemento dominical de El Mundo, Papel, entrevistaba a “Melisa”, la portavoz oficial de Hogar Social Madrid, el grupo nazi que mantiene ocupado un local en el centro de la capital y famoso por sus performances islamófobas y por repartir alimentos sólo a los más necesitados que demuestren ser españoles.

La entrevista saltaba al formato digital este lunes y en las redes sociales la acogida ha sido muy desfavorable, no sólo por las ideología de Melisa, sino por el tratamiento “buenista” que se le daba en Papel.

La entrevista arranca con un cuestionario en el que Melisa niega ser nazi, fascista, racista y de ultraderecha.

¿Qué soy? Es complicado... Cualquier ideología es mucho más amplia que una palabra. De mí dicen que soy de ultraderecha y me hace mucha gracia. No puedo serlo jamás porque la derecha es liberal y yo soy profundamente socialista. Yo soy socialpatriota.

El surrealismo llega cuando se le pregunta por la esvástica que tiene tatuada en el tobillo, que se encarga de vendar cuando aparece ante los medios pero que mostró en una imagen de Instagram.

¿Es cierto?

No (se ríe). Eso no es verdad.

¿Podría ver su tobillo?

Sí, claro, pero lo que pasa... La cuestión es... que yo no quiero que se utilicen estas cosas para estigmatizar una labor social. Una esvástica no significa ciertas cosas igual que una hoz y un martillo van más allá del comunismo. No se puede ser simplista. Somos lo que hacemos.

O sea, que sí la tiene...

No, no la tengo... ¡Escúchame! La esvástica es un tema bastante desconocido. Hay muchos símbolos budistas con este tipo de rueda solar, pero nadie va al sentido real de las cosas. Nos quieren desacreditar y con llamarnos nazis o fascistas ya da exactamente igual todo lo que hagamos, todo será malo. Vivimos en una sociedad superficial, en la que nos movemos sólo por clichés y etiquetas.

¿Entonces tiene la esvástica tatuada o no?

No.

¿Puedo verlo?

No. Si no la tengo, no la puedes ver.

Sobre su supuesta labor social, restringida sólo a españoles, Melisa niega que sea racista. Y da la vuelta al argumento con una mentira: “Hay 176 ONG en Madrid que sólo ayudan a inmigrantes y lo hacen con fondos públicos. Eso sí me parece mal”. Algo que niegan desde la Consejería de Asuntos Sociales de Madrid: el único criterio es la necesidad y los ingresos. Otra cosa es que haya más inmigrantes que sufren necesidades.

Melisa defiende que la nacionalidad no la marca el DNI, sino la identidad, con el argumento de que los terroristas de Francia y Bélgica estaban nacionalizados pero “no se sentían ni franceses ni belgas”. ¿Le daría de comer a un independentista? “A ése sí, porque aunque no quiera, es español”, responde.

Pese a sus prejuicios (el edificio fue desvalijado por “rumanos” y de él cuelgan carteles con lemas como “Mantén limpio el Hogar Social. No estás en una casa okupa”), manejan los eufemismos con presteza: "No es xenofobia, es identidad”. No es racismo, es “justicia social”. No es fascismo, es “patriotismo”.

Sus ideas racistas, aunque niegue que lo sean, las explica con una metáfora: “Cuando mezclas, se pierde. Cuando coges varios botes de pintura de diversos colores y los mezclas no sale el arco iris, sale una mancha rara”.

Melisa se inventa estadísticas sobre los refugiados (“obviamente no todos son yihadistas, pero uno de cada tres se declara islamista radical”), dice que no es homófoba… pero está en contra del “homosexualismo, la ideología de género que se trata de imponer” y se declara “vegana, antitaurina y antieuropeísta”.