Emilio Sánchez Ulled aprovechó su informe final del juicio del caso del Palau de la Música para cargar contra todos aquellos que hicieron posible los “nefastos años” durante los que se perpetró el expolio de 34 millones de euros de la entidad musical en la que, según sus palabras, las banderas y las carteras flotaban por todas partes. Más allá de acusar a los responsables directos de la malversación y la apropiación del dinero, Millet y Montull, y de señalar al tesorero de CDC o a los responsables de Ferrovial como protagonistas de la supuesta financiación ilegal del partido por valor de 6,6 millones, el fiscal se acordó de todos aquellos que lo hicieron posible, por activa o por pasiva.

El retrato social y político recogido en el informe de la Fiscalía coincide con las peores sospechas sobre los vicios del denominado oasis catalán, del que el Palau de la Música habría sido el paradigma. Su descripción vendría a ser esta: allí “la bandera justificaba cualquier atropello con la cartera” ante la mirada imperturbable y la “prepotencia de mucha gente que se creía intocable”, con la colaboración y “el servilismo inaudito de los subalternos que recogían las migajas”, la inoperatividad de los auditores “que no quisieron o no pudieron ver” lo que ocurría y la actitud de “indolencia de los responsables de las entidades bancarias” que dejaban retirar ingentes cantidades de dinero mediante cheques al portador sin identificar a las personas que lo realizaban. Todo ello gracias a “un circulo socio político muy complaciente”.

El funcionamiento de este universo de complicidades, a su juicio era perfectamente conocido. Para ilustrarlo, utilizó el episodio del convenio por el cual Àngel Colom pudo obtener 72.000 euros para cubrir las deudas acumuladas en su breve vida por el Partit per la Independència (PI). ¿Cómo sabría Colom que el Palau podía ayudarlo? “Dijo Colom que sabía que Millet era un mecenas”, recordó el fiscal, incluso para pagar deudas de partidos o firmar convenios con fundaciones políticas como la Trias Fargas, de CDC.

En realidad, quien pagaba era el Palau de la Música, porque “sabemos de los reflejos de Millet cuando se trataba de dinero”, bromeó el fiscal, al referirse a su habilidad para discernir entre el suyo y el de los demás. Pero el ministerio fiscal no ha podido demostrar que todos los pagos políticos fueran a cuenta del Palau.

Este es el caso de las aportaciones detectadas en la Ametlla del Vallès, localidad de residencia de Millet, beneficiando a CiU o al alcalde directamente. No se han obtenido las suficientes pruebas y Sánchez Ulled hubo de aceptar que tal vez fuera dinero particular el que consta en los pagos comprobados. Con su sonrisa lo puso en duda, per se limitó a añadir un vicio más al panorama general de lo sucedido en el Palau en aquellos días de la travesía del desierto de Artur Mas y los suyos: el caciquismo.