El Parlament de Catalunya ha reprobado por primera vez al director de TV3 por supuesta falta de idoneidad para el cargo y a la presidenta en funciones de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales por no haberse dado cuenta de este detalle. En realidad, lo único que corresponde a los diputados es renovar el consejo de la CCMA, al que han permitido vivir en la interinidad durante un año, justamente el período del hundimiento de las audiencias de la televisión catalana.

Vicent Sanchis no va a arruinar TV3, de esto ya se han encargado los recortes presupuestarios, la falta de consenso parlamentario para reformar la ley del audiovisual y la indecisión política para modernizar la estructura empresarial de la corporación. El fondo de la disputa provocada por el nombramiento de Sanchis es el de la consideración de la ideología de los profesionales del periodismo cuando son nombrados para dirigir medios públicos, esta vía podría abrir una brecha muy delicada entre la libertad de pensamiento y la capacidad profesional de los elegibles.

La caída de la audiencia y recortes en los presupuestos

TV3 es una de las cuatro grandes estructuras de estado existentes en Catalunya, creadas gracias al Estado Autonómico; las otras tres son los Mossos d’Esquadra, el sistema público de sanidad y el de educación. Nada de lo que sucede en Catalunya se explicaría sin la existencia de la radio y la televisión públicas; el protagonismo de estos medios en la creación del estado de ánimo soberanista dominante en buena parte de la sociedad catalana es indiscutible. Y, sin embargo, desde hace un año está perdiendo audiencia de forma imparable, del 13,2% que le permitía liderar el ranking al 10,6% que le manda al tercer lugar de la clasificación.

La pérdida de audiencia es atribuida por algunos al monocultivo soberanista en sus contenidos. Es una hipótesis por demostrar, aunque lo más probable es que en estos momentos TV3 tenga pocas opciones de variar su línea editorial; más bien parece cautiva de su propia audiencia, la que ha creado a conciencia en los últimos años y que ahora le abandonaría en masa de modificar su posicionamiento. Es la demostración de la vigencia de la clásica formulación de Umberto Eco: son las exigencias de la propia audiencia de una televisión las que acaban perjudicando a dicha televisión. Tampoco hay que desdeñar en este caso la desilusión que habrá provocado entre esta audiencia tan especifica la desaparición de los partidos de Liga del Barça de la pantalla autonómica.

La causa más compartida para explicar el bajón de la cuota de pantalla es la del recorte presupuestario, acompañado de la pérdida de ingresos por publicidad, ambos factores atribuibles a la crisis económica. Desde 2010 hasta ahora, la subvención del gobierno a la CCMA ha registrado un retroceso de unos 100 millones de euros anuales, de 330 a 227 millones, aproximadamente. Hace unos días, cinco ex responsables políticos de los medios de comunicación públicos (pertenecientes a CDC, ERC y PSC) daban a conocer un manifiesto reclamando la urgente recuperación de aquellos niveles de financiación.

En opinión de estos ex dirigentes, el cambio de tendencia en la financiación pública es imprescindible para poder hacer frente a las exigencias de una programación competitiva frente al empuje de los operadores privados, para poder cumplir con su papel de motor del sector de la producción audiovisual en catalán (muy perjudicado por las estrecheces de TV3) y para emprender la reforma de las estructuras empresariales y profesionales de las cadenas públicas, muy inapropiadas (por mastodónticas) para competir con éxito ante las cadenas privadas.

La situación de emergencia de los medios públicos puede haberse instalado ya entre las prioridades del departamento de Economía, dirigido por Oriol Junqueras, y no se descarta un próximo cambio de tendencia en la partida presupuestaria de la CCMA. De todas maneras, los parlamentarios están mucho más predispuestos a hablar de política que de dinero. En este contexto de alarma por el retroceso de la audiencia de la principal estructura de estado, se ha dado la reprobación del director de TV3 por parte de toda la oposición, incluida la CUP, los socios que mantienen vivo el gobierno de Puigdemont.  

¿Veto político?

El debate sobre la idoneidad profesional del periodista valenciano Vicent Sanchis, designado hace unas semanas para dirigir TV3, atendiendo como relevante su condición de aguerrido independentista, roza los límites del veto político a un cargo público por motivos ideológicos. Este peligro planeó en el Parlament de forma evidente. Las listas de buenos y malos periodistas, elaboradas según la vara de medir soberanista o unionista, circulan alegremente y en doble dirección desde hace algún tiempo. Hasta el momento, en los sucesivos nombramientos de los directores de los medios públicos, este tipo de valoraciones ideológicas no habían aflorado con tanta virulencia, a pesar de responder todos sin excepción a la confianza del gobierno de turno.

La personalidad profesional de Sanchis y su estilo periodístico, polemista inmisericorde con sus adversarios, no debería ser excusa para abrir la puerta al criterio ideológico en el proceso de aceptación o rechazo de los candidatos a dirigir ninguna televisión pública. Otra cosa muy diferente es la solicitud de dimisión de la presidenta en funciones de la CCMA, Nuria Llorach. El consejo de la corporación es elegido por el Parlament en aplicación de criterios políticos y cuotas proporcionales a la composición de la cámara catalana y los diputados están en su perfecto derecho a renovar a sus componentes o a pedirles su cese por la pérdida de confianza en su gestión. Hasta el nombramiento por sorpresa de Sanchis, la urgencia de renovar el consejo no había sido advertida, a pesar del desastre empresarial que amenaza a la radio y la televisión de la Generalitat.