Artur Mas tiene dos problemas. Uno se llama 3% y el otro, CUP. La corrupción de su partido le acecha de forma insistente pero lentamente; los socios anticapitalistas del gobierno, quieren su cabeza ya, definitivamente. Sus explicaciones en el Parlament sobre la financiación ilegal de CDC, juzgada en el caso del Palau de la Músicay pendiente en otras tantas causas judiciales, no aportaron ninguna novedad respecto a anteriores comparecencias del ex presidente de la Generalitat. La sesión solo sirvió para dos cosas: para comprobar que nadie le cree, excepto los suyos, y para certificar el milagro diario de la supervivencia del pacto de JxS con la CUP.

En su comparecencia, el peor ataque le llegó a Mas del frente de los anticapitalistas que apoyan a su sucesor Carles Puigdemont. Y eso que el resto de portavoces no le ahorraron caricias. “El peor presidente de la Historia de Catalunya” (PP); “lo suyo o es incompetencia o connivencia” (CSQEP); “no podemos seguir creyendo en su palabra” (PSC); “¿todo es mentira, señor Mas” (Ciutadans). Pero lo que más le dolió a él y al representante de JxS fue la dureza del portavoz de la CUP: “la corrupción les llega hasta el cuello…Deje de blanquear la corrupción con la bandera independentista”.

Los antisistema ya impidieron la continuidad de Mas en la presidencia de la Generalitat y ahora pretenden apartarlo del reciente encargo del gobierno catalán para que actúe como embajador del movimiento independentista. “No diga que se le persigue por ser independentista y renuncie a representar internacionalmente al independentismo”, le reclamó Benet Salellas, para concluir: “Usted no nos ayuda a ganar el referéndum”.

“Salellas, sí, muchos de los problemas que tenemos se deben a la apuesta independentista. No haga el juego al PP y a Ciutadans”, le reprochó Mas, quien, además, mostró su extrañeza por el cambio de actitud de la CUP, revelando que fue justamente Salellas quien le pidió personalmente que actuara como representante exterior cuando consiguieron apartarle de la presidencia.

Las disputas internas entre independentistas moderados y radicales proliferan últimamente. Los representantes de ERC y Pdecat se habían sumado el día anterior a la reprimenda parlamentaria a los jóvenes de la CUP por el escrache político en la sede del PP, defendido justamente por el mismo Salellas como “una acción democrática para denunciar los tics antidemocráticos del Partido Popular”. Y unas horas antes, una diputada anticapitalista anunció la intención de su grupo de hacer caer el gobierno Puigdemont si no convoca el referéndum en otoño.

La CUP se revela

La comparecencia de Mas no habrá ayudado precisamente a recuperar la paz interna en la mayoría parlamentaria. Al margen del perjuicio a la causa independentista de su continuidad como representante del mismo, también fue el portavoz de la CUP quien rechazó de forma más contundente al principal argumento del expresidente para negar las acusaciones de financiación ilegal por comisiones en la obra pública. Mas se había preguntado retóricamente: “El trato de favor debe demostrarse. Y cómo puede sostenerse que las donaciones eran a cambio de obras públicas si no se investiga la adjudicación de esta obra pública”. Y se había respondido a él mismo: “Saben porque, porque las adjudicaciones están bien hechas. No hubo trato de favor”.

El diputado de la CUP ofreció una respuesta alternativa muy sencilla a la supuesta línea Maginot de Mas contra las sospechas de cobro de comisiones: “La relación causal entre adjudicación y donación no es tan directa, la ingeniería de la corrupción ha aprendido muchísimo”. Unos minutos antes, Miquel Iceta se había referido a esta relativización de la secuencia directa pago-adjudicación, al mencionar la nota dirigida por un empresario al tesorero de CDC, hallada en el Palau de la Música, en la que se recogía una relación de “concursos en los que no hemos tenido suerte” y otra “en la que esperamos tenerla”. Un ejemplo de paciencia y previsión. Lluís Ravell, el portavoz de los Comuns, también aludió a la facilidad de “burlar el sistema inviolable del concurso”.

Artur Mas resumió su intervención afirmando que les había contado “la verdad que yo conozco”. Ningún diputado, salvo Jordi Turull de JxS, creyó nada de lo dicho por el ex presidente. La más decepcionada, la líder de la oposición que se marchó sin obtener respuesta a su pregunta básica: ¿por qué daban tanto dinero a su partido las grandes empresas? Inés Arrimadas tampoco consiguió ninguna respuesta a su última petición: “Si al final Maragall tenía razón, pedirá perdón”.