No me resigno a que este proceso de primarias socialistas no se convierta en una oportunidad. Sí, soy consciente de que inicio este artículo de forma poco ortodoxa, pero me encuentro entre los muchos que tenemos como prioridad el firme empeño en defender un debate de ideas y de personas que se plantee desde un escenario de limpieza, juego limpio y respeto. Tenemos trabajo.

Nos encontramos en un momento crucial para el presente y futuro de la socialdemocracia española. No porque se encuentren enfrentados dos modelos de partido antagónicos como defienden algunos, nada de eso, estamos en esa encrucijada porque la decisión que tomarán los militantes el próximo día 21 de mayo situará al PSOE en la parrilla de salida hacia la presidencia del gobierno, o por el contrario, nos encontraremos en una continuación, una nueva fase, del declive de la organización política que transformó este país veintiún años, instauró el estado de bienestar y cosechó todos y cada uno de los avances en materia de igualdad, derechos sociales y civiles que hoy forman parte garantista de nuestra realidad común. 

No me cabe duda que algunos tacharan estas afirmaciones de catastrofistas, pero si se paran ustedes unos minutos a reflexionar serenamente, sin ruidos estridentes que nublen el sentido común, hay posibilidades reales de que lleguen a la misma conclusión que el que suscribe. 

Hagan un ejercicio conmigo, miren, escuchen a los dos candidatos con mayores posibilidades de salir elegidos, céntrense por un momento en los mensajes que rodean, que circunvalan el proyecto común, en éste, en el proyecto no las encontrarán, inevitablemente lo decidirán las enmiendas que presentarán los militantes y las resoluciones del congreso posterior a las primarias. Nadie tiene pues su autoría, son propiedad de todos y cada uno de los afiliados al PSOE. Quien diga lo contrario intenta falsear una realidad inequívocamente democrática que impera en este partido hace 138 años. 

Entonces, ¿qué nos cuentan los gestos, los titulares, las reflexiones que lanzan los dos candidatos?. ¿Qué nos narran sus trayectorias políticas, su experiencia, sus modos y maneras?

Así es, son muy diferentes. Pero lo que los distingue nada tiene que ver con quien es más de izquierdas o derechas, nacionalista español o catalán, de los militantes o del aparato, con título nobiliario o sin él. Fíjense que este listado comparativo viene siempre del mismo lado, de la misma candidatura. Basar parte importante de una campaña en esos clichés ya nos dice en sí mismo algo importante, la casta, la trama, el establishment, son etiquetas, marcas que provienen de un mismo vestuario. 

Tenemos ante nosotros dos estilos, modos y formas muy distintas, que marcarán irremediablemente el futuro que nos espera. Son dos relatos, uno que pone el acento en aquello que nos divide y fractura, y otro que plantea un futuro común para transformar un país. Uno que elige la confrontación personal utilizando el estereotipo como arma, y otro que pretende generar ilusión ante un PSOE ganador. Un candidato que evita el enfrentamiento y otro que lo permite e impulsa, y así podríamos seguir con un sinfín de ejemplos. 

El triste comité federal del 1 de octubre desde el que se plantea toda una estrategia de campaña, no se fraguó en una semana, ni en un mes ni en dos, es consecuencia de toda una trayectoria basada en un liderazgo unipersonal establecido en continuos bandazos estratégicos de pactos y diretes, es resultado de una clamorosa falta de asunción de responsabilidades ante dos derrotas electorales, las peores desde la segunda república, que finalmente detona con toda su crudeza en un órdago; unas primarias y congreso exprés en 20 días, basado en un único interés; reelegirse de nuevo a la secretaria general cuatro años más, sin esa la libre concurrencia de molestas alternativas. 

Aceptemos por un momento que todos cometimos errores, imaginemos que se asumen y eliminamos entrañas, venganzas, desquites y resarcimientos, y decidimos juntos pasar página a los tiempos de confusión y desesperanza de los socialistas. ¿Qué se valoraría entonces en estas primarias?, ¿qué elegimos?. Seguramente coincidiríamos en considerar que los que decidimos en estas primarias es, como en todas, un liderazgo que asuma y comparta las conclusiones del proyecto surgido del congreso y ponga al PSOE en condiciones de conseguir ser de nuevo la primera fuerza del país. Esa es y no otra la función que tiene la elección en unas primarias del partido. 

Volvamos pues al espacio que nos corresponde, ese en el que nos reconocemos, el del debate, el diálogo, el acuerdo, pero sobre todo el respeto, a nuestros procedimientos democráticos, al partido, respeto a los que disienten, a los que discrepan o defienden posicionamientos o candidaturas distintas. La tolerancia forma parte intrínseca de la condición socialista y debemos recuperarla. 

Todos, unos y otros coincidimos como socialistas en defender la solidaridad, la pluralidad y diversidad en todas sus variantes, también la territorial que defiende todas nuestras singularidades, culturas y lenguas, pero que no se centra en marcar aquello que nos diferencia, sino en lo que nos une, en una igualdad de oportunidades, en un estado federal que las asegure. 

Susana Díaz representa en mi opinión a una líder que marca un camino colectivo de éxitos, valiente y carismática, capaz de unir a un partido hoy roto y dolido hacia el equilibrio y estabilidad que necesita para hacer política de la buena, esa que ante los retos de robotización del mercado laboral, innova, que amplía derechos con la gratuidad en los estudios universitarios, que asegura una financiación suficiente a la ley más socialista que se ha hecho jamás, la que sustenta y sirve a los dependientes de este país. Susana es todo eso, pero además, es mujer. 

Acabaré como empecé; no me resigno. Que el proceso de primarias del PSOE sea una oportunidad para este partido es una obligación ineludible de todos los militantes socialistas. Por una sencilla razón, porque también son una oportunidad para todo un país.