Tres jóvenes historiadores, Joan-Pau Jordà, Joan Colom y Biel Mayol acaban de publicar “Somnis compartits: la identitat mallorquina a debat”. Esa última frase contiene una reiteración puesto que no hay identidad sin debate.

Allá por 1897, Gauguin firmó una de sus mejores obras tahitianas: “De dónde venimos, qué somos y adónde vamos”. En Balears el primer planteamiento está claro  porque lo sabemos; el último también tiene respuesta fácil: no tenemos la menor idea. El de en medio resulta más complejo. Hablar de identidad en ese país supone toparse con más obstáculos que los caballos de corren el Grand National británico.

No es fácil configurar la identidad balear en una comunidad donde nadie se siente balear. Si uno ha nacido en La Gomera dice sin complejos que es canario, pero nunca he oído a nadie de Balears decir que era balear. Los únicos gentilicios son los usados en cada isla. La atomización hace estallar los denominadores comunes. Como dice el cómico Toni Gomila: “Somos cuatro gatos que necesitamos tres obispos”.  

Por si fuera poco, una de cada cuatro personas que vive en Balears ha llegado de otros países en los últimos quince años. A los “forasters” i “guiris” de antaño se suman ahora los “moros, negros y panchitos”. Todo un cóctel y un duro golpe a la cosmovisión autocomplaciente de los autóctonos de unas islas que, por redundancia, siempre han vivido aisladas y conformado el mejor de los mundos, el paraíso de “lo nostro”.

Así las cosas ¿es posible hablar de identidad en el siglo XXI? Hablar sí, porque es gratis. Esgrimir un argumento honesto y razonado es mucho más complejo y hasta puede que inútil. La obra mencionada huye de quiméricos maximalismos; toca de pies en el suelo. Reprochan a IB3 - instrumento clave de identidad - que hoy en día construir país no pasa por series interminables sobre las “possesions” mallorquinas sino por la inclusión del relato sobre la inmigración. También sorprende el trato que los tres jóvenes autores, hijos de la normalización lingüística, dan al uso de la lengua catalana: es el momento de la naturalidad; ya no hay que resistir, dice. En cierta manera me sugiere la impresionante propuesta centenaria de Ramon Llull: “Si no ens entenem pel llenguatge, entenem-nos per l’amor”.

Decididamente, la concepción identitaria ha entrado ya en el líquido siglo XXI. Brexits y similares son producto del pasado (por decir algo suave en el apacible segundo día del año).