No es que haya dejado de ser pecado mortal, es que ya ni siquiera es pecado. El Gobierno del Partido Popular verá aprobados los Presupuestos para 2018 gracias a los 175 votos favorables del propio PP, Ciudadanos, el PNV y Coalición Canaria y a la abstención del diputado de Nueva Canarias Pedro Quevedo, elegido el 26-J merced a la coalición de su pequeño partido con el PSOE en las islas.

Si el diputado canario hubiera seguido la consigna del ‘no es no’, que fue la principal bandera de Pedro Sánchez en las primarias socialistas, ‘el-PP-de-la-Gürtel-y-la-Púnica’ no habría visto aprobadas las cuentas de 2018 y hoy Mariano Rajoy estaría al borde del precipicio y la legislatura que preside gracias a la abstención socialista tendría los días contados.

Dos silencios

Ante la abstención políticamente crucial de Quevedo ha habido dos silencios significativos: el del Partido Socialista… y el de Podemos.

Sobre la importante novedad que supone el discreto silencio morado nos da una pista el mucho ruido que hizo el partido de Pablo Iglesias hace apenas dos meses, cuando su portavoz Irene Montero responsabilizaba directamente al PSOE de que el ‘diputado 176’ se abstuviera para que el PP de la corrupción tuviera Presupuestos. "Le pedimos hoy a Pedro Sánchez que no permita que su partido entregue al PP un diputado para aprobar los Presupuestos y que hable con el señor Quevedo, que se ha presentado en las listas del PSOE, para que retire su apoyo", exigía a finales de mayo la hoy silenciosa portavoz de Podemos en el Congreso.

Las primarias socialistas estaban aún recientes y Pablo Iglesias no se fiaba de las intenciones de Pedro Sánchez. Poco después, ambos líderes suscribían un pacto implícito de no agresión uno de cuyos frutos es la discreción de Podemos en el caso Quevedo. En política, los grandes principios siempre tienen excepciones, incluso entre quienes, como Podemos, han hecho bandera de que sus principios jamás tienen excepciones.

¡Vade retro, abstención!

El silencio de la dirección de Ferraz es más interesante que el de Podemos, pues revela que la demonización sistemática de aquella abstención en la investidura de Mariano Rajoy que abrió en canal al Partido Socialista era meramente instrumental, no moral.

Si el ‘no es no’ hubiera sido moral en vez de utilitario, hoy la dirección de Ferraz estaría indignada con el diputado Quevedo y sus compañeros socialistas estarían maldiciendo su nombre y mesándose los cabellos por haber consentido la presencia de un quintacolumnista de la abstención en sus filas.

Como Compromís

Ciertamente, si el PSOE quisiera –que obviamente no quiere– expulsar a Quevedo del Grupo Socialista no podría hacerlo porque no forma parte de él, sino que está en el Grupo Mixto. De hecho, Nueva Canarias viene a ser al PSOE lo que Compromís es a Podemos: son socios electorales pero luego cada uno conserva su plena autonomía política.

Ahora bien, entre ‘matarlo’ y no mostrar el más leve disgusto hay un amplísimo espectro de opciones: decirle cuatro cosas en privado, cantarle las cuarenta en público, romper relaciones diplomáticas, afearle su conducta, declararle una guerra fría, proscribir futuras alianzas electorales con quien se ha burlado del ‘no es no’ por el que tantos socialistas lo dieron todo…

Estandartes en el polvo

Ferraz no ha hecho nada de eso, y ese no hacer nada autoriza a concluir, no sin alguna melancolía, que los estandartes bajo los que tan fieramente combatieron los dos bandos en las primarias socialistas eran insignias de ocasión, banderas de conveniencia. Si no lo hubieran sido, si la abstención para dejar gobernar al PP hubiera sido tan moralmente insoportable como decía Pedro Sánchez, hoy a Pedro Quevedo no le habría salido gratis dar continuidad a dicha conducta colaboracionista permitiéndole al Gobierno sacar adelante la más importante de sus leyes, ¿pues cómo, si no, explicar que abstenerse ayer para dejarle gobernar fuera un pecado mortal de necesidad y abstenerse hoy para que siga gobernando no merezca reproche alguno?