Es como si a los socialistas los hubiera ‘castigado Dios’: años y años simulando en público que querían primarias pero haciendo en privado todo lo posible para no celebrarlas, y cuando su crisis interna les ha obligado a hacerlas de verdad resulta que han sido unas primarias demasiado verdaderas: algo así como una especie de hiperprimarias que han expuesto a la vista de todo el mundo hasta el más mínimo detalle, hasta el último nervio de las fatigadas entrañas del partido.

Los datos de la jornada

Los datos principales de este domingo de infarto, pues el resultado puede ser ajustadísimo, son estos: están llamados a votar 187.949 militantes; hay 2.907 centros de votación habilitados en toda España, aunque también podrán participar afiliados que vivan en el extranjero; el horario de votación será de las 10 a las 20 horas (las 21 en Canarias); hacia las 23:30 horas se calcula que estará concluido el escrutinio; se espera una elevada participación, dado que los afiliados que avalaron a alguno de los candidatos sumaban el 68 por ciento del censo: Díaz presentó 60.231 avales, Sánchez, 53.692 y López, 10.866; unas 12.000 personas, entre afiliados y trabajadores de la organización, colaborarán para permitir el desarrollo normal de la jornada.

Un superviviente llamado Sánchez

Ni siquiera las primarias que el entonces desconocido Pedro Sánchez ganó en 2014 lo fueron de verdad, pues es altamente improbable que hubiera vencido a Eduardo Madina si no hubiera contado con el apoyo del célebre aparato que ahora tanto denuesta.

La hazaña de Sánchez, en todo caso, es haber sobrevivido a dos severas derrotas electorales, a la enemistad manifiesta de la mayoría de dirigentes territoriales, a la deserción de casi todos los notables que una vez estuvieron con él, a la torpe renuncia de la mitad de su Ejecutiva y a su propia dimisión, obligada tras perder la votación en un Comité Federal de infausta memoria.

A Pedro Sánchez, sus adversarios lo ‘mataron’ mal, y de esa muerte inconclusa y chapucera ha vivido el candidato desde hace ocho meses: pocas veces un combatiente obtuvo tanto rédito de sus heridas. Sea como fuere, el día que presentó sus 53.692 avales demostró que podía ganar. Ese 4 de mayo cambió el clima general de la campaña y lo hizo sin duda a favor de Pedro Sánchez pese a haber contabilizado 6.000 avales menos que Susana Díaz.

Una luchadora llamada Díaz

Para la candidatura de la presidenta andaluza el volumen de avales presentado por Pedro Sánchez fue un jarro de agua fría que no esperaba. No al menos un jarro con tanta agua y además tan fría.

Aquel 4 de mayo debió ser el día más difícil para Díaz: se había producido el esperado punto se inflexión… pero a favor de su adversario. La batalla iba a estar mucho más reñida de lo que la líder andaluza había previsto.

En su equipo se hicieron esta cuenta: “El susto nos ha venido bien para que la gente se ponga las pilas y se movilice”. En su equipo debieron pensar que en esta vida el que no se consuela es porque no quiere.

Si pierde, Díaz puede ver truncada una carrera política que ha sido meteórica en los últimos cuatro años. Si pierde, nadie sabe muy bien qué sucederá en el PSOE andaluz; no quieren ni pensarlo. La candidata, desde luego, sigue convencida de su victoria; como sigue convencida de que el triunfo de alguien con el perfil personal de Sánchez sería letal para el Partido Socialista. En muchas apuestas sigue figurando como favorita, pero con no mucha ventaja sobre el correoso Sánchez.

Un tercer hombre llamado López

La incógnita sobre Patxi López no es en qué lugar quedará, que será el tercero, sino cómo se comportarán sus seguidores y si, tras el debate a tres en el que sin duda salió airoso, logrará sumar más papeletas de las que auguraban sus casi 11.000 avales. ¿Será el lehendakari víctima de la dinámica del voto útil? Nadie lo sabe. Por no saber, ni siquiera se sabe a cuál de los otros dos candidatos votarían sus avalistas en el caso de no votarlo a él.

El hecho de haber intentado poner paz en la guerra civil socialista ha agrandado su figura y, salvo sorpresa, esa loable actuación le garantiza algún tipo de papel orgánico o institucional en el futuro. Aunque lo cierto es que, tal como están las cosas, lo de menos es cuál será el destino de López.

El día siguiente

Mucha más relevancia tendrá, en cambio, lo que hagan Díaz o Sánchez en caso de derrota, pues de su conducta dependerá en gran medida la estabilidad y hasta el futuro del partido.

En todo caso, Díaz daría menos sorpresas que Sánchez: su compacta cultura de partido, que comparte con López, la hace mucho más previsible que a Sánchez, que, significativamente, esta semana esquivaba en Radio Nacional la pregunta de si, en caso de perder, se postularía para las primarias abiertas que deben decidir el candidato socialista a la Presidencia del Gobierno.

El retrato involuntario

Si Pedro Sánchez no se ha ido después de todas las cosas que han ocurrido estando él al mando del partido, ¿lo hará esta noche si sufre una derrota que con bastante seguridad sería ajustada? Para poder aventurar una respuesta a esa pregunta sería recomendable leer un libro de reciente aparición llamado ‘Al fondo a la izquierda’.

El mejor retrato de cuantos se han publicado hasta ahora del candidato está contenido en esas páginas escritas por el periodista Jesús Maraña, aunque no se trata –y de ahí que sea tan fiable– de un retrato deliberado.

El libro –riguroso y honesto: ni pedrista ni susanista– es una documentada crónica de la crisis del Partido Socialista de cuya lectura se deriva un retrato devastador de Sánchez: devastador no porque el autor lo haya pretendido así, sino porque es la conclusión que saca por su propia cuenta el lector tras conocer en detalle las andanzas e industrias del candidato Sánchez. Si los 188.000 militantes llamados hoy a las urnas hubieran leído el libro de Maraña, las opciones de victoria de Pedro Sánchez se habrían visto dramáticamente menguadas.