Empiezo esta columna el día de san Isidro Lavorador, advocación obrerista del patrón madrileño que sin embargo tiene una vertiente pricipalmente campesina: eres más del campo que san Isidro, que se abría la bragueta y le salía una gavilla de espigas, reza una comparación hiperbólica popular referida al santo agropecuario, patrón de los isidros achulapados que, como Esperanza Aguirre, siguen arrastrando las sílabas penúltimas las palabras con pretendido gracejo y énfasis castizo capitalino, de cuando Madrid era un corral de carretones y un patio de caballos percherones preparados para el paseíllo y el arrastre, con sus matadores y cuadrillas toreras respectivas. Nadie como Goya supo meter en el espacio de un abanico la caracterización pictórica de la Pradera de San Isidro y luego, en sus cartones para tapices y en sus aguafuertes, la celebración popular de una capitalidad fundamentada en el ejercicio agrícola y ganadero de un santo patrón campesino que burlaba sus obligaciones laborales echándose la siesta con el auxilio esquirol y picaresco de los mismísimos ángeles del cielo, que le cubrían laboralmente las espaldas arando mientras él se zumbaba unas siestas de romperse el culo. Así cualquiera...

Y no como la alcaldesa Botella que, como tenía un asistente personal para escribir y hablar en inglés, se inventó aquello de invitar a los hipotéticos visitantes olímpicos a tomarse un café en la Plaza Mayor madrileña argumentándolo con tan poca donosura, que acabó saliéndole el tiro por la culata y teniendo que despedir al asesor bilingüe cuando supo que su último momento de gloria social internacional había sido la boda de su hija y que a la hipotética Olimpiada de Madrid no podría invitar a su amigo El Bigotes porque este tuvo que empeñar el chaqué para sustituirlo por una chaqueta a rayas modelo Soto del Real.

Y como para todo roto hay un descosido, pronto vino en ayuda de la capitalidad de España la magistrada Manuela Carmena, poseedora también de un desparpajo bastante natural que viene sacando adelante a trancas y barrancas su etapa de gobierno con la donosura que el caso exije y con la ayuda de sus contrastados conocimientos jurídicos y judiciales, que parecen ser los auxilios más necesarios en la Comunidad Madrileña en los tiempos que corren, dadas las constantes meteduras de pata de ediles, consejeros, fiscales y ministros en todo lo relativo a la lucha anticorrupción en lo que vienen ofreciéndonos un espectáculo insuperable, sublime e irrepetible en los anales de nuestra historia judicial cuyo título podría ser El baile de Villar Mir (por el de Luis Alonso, reputado constructor y ex ministro franquista el tal Villar) y La Verbena de los Fiscales (por los movimientos y contramovimientos judiciales que se vienen interpretando en la Fiscalía y en el Consejo General del Poder Judicial) pugnas y contradiciones encubiertas que demuestran las reyertas institucionales que se libran en el seno de los aparatos de un Estado cada vez más debil y tambaleante en el que contrasta la osadía de los corruptos con el tancredismo de los gobernantes y, en especial, del Presidente Rajoy

Y tendré que recordar lo que se escribía y se decía en el siglo XIX cuando se comparaba la secuencia incontrolable de casos de corrupcón con los dibujos desafiantes de Goya o los esperpentos inmisericordes de Valle Inclán: Pasen, señores, y acomódense. Pasen y maravíllense de tanta desvergüenza torera como se representa ante ustedes en el centro de este Ruedo Ibérico sin el mínimo pudor ni recato y ante las mismas luces de la Justicia y la Autoridad. Contemplen este espectáculo ireverente y dañino de la moral y el respeto ciudadanos. Hasta dónde ha de llegar, señoras y señores, la tanta desvergüenza de los corrompidos y la cuanta de los corruptores.   Y cómo atinaremos a cortar el aumento de esta indignidad cuando acabo de leer, en las redes, que hoy mismo la Guardia Civil ha implicado a Cristina Cifuentes, sostenida como se sabe por Ciudadanos (y lo que te seguiré Morena... aunque corto el teléfono porque algún día tendré que terminar este artículo) en la financiación irregular del PP madrileño.