Como en el ingeniero de Bóll, mi altocargo y su amigo coleccionan silencios. La relación ha ido atravesando badenes y paraísos desde que se conocieron en Oxford, que no está mal.  La del viernes último tuvo un poco de todo, ora badén, ora paraíso, improvisando sobre el piano del jazz de la vida. Diez minutos deliciosos de silencio (¿Cuánto?) y de pronto se hizo el verbo:

-¿Qué tal fulano?

.-Hecho un coñazo

-¿Y mengano?

- Cree que la procrastinación es la causa del fin de la historia.

Un agua con gas y güisqui o con güisqui y gas y más tarde y por dar conversación (sólo los granadinos sabemos lo duro que puede resultar ese sacrificio), volvió el palique.

-¿Y Pepote?

-Entregado a Susana.

-¿Y Gaspi?

-Tú sabes, con Susana vía Paco Reyes, un suerte de apoyo incondicional hasta la muerte siempre y cuando la muerte sea con freno y marcha atrás.

-¿Qué me dices de Luis Yañez?

-Que se ha hecho de Pedro Sánchez.

-No me lo puedo creer, él siempre estuvo en la tortilla de la foto y del poder.

-Ya, tú sabes, ese tipo de gente que son más radicales cuando los despachos ya no están a su alcance.

-¿Y Carmeli?

-Naturalmente idem.

-¿Y Griñán?

-Supongo que con Susana, no le queda otra opción que validar su dedazo, aunque tiene días en los que está convencido de que fue un error y que lo mejor hubiera sido reencarnarse en sucesor de sí mismo.

-¿Y Manolo?

-¿Qué Manolo?

-Joer, Manolo Chaves.

-Pues como decían los entrevistados de antes; me alegro mucho de que me hagas esa pregunta. Manolo Chaves, con su Luis Pizarro como persona interpuesta, como siempre por cierto desde la gestora aquella, está atravesando las sierras, los montes y los mares de Cádiz y lo que no viene siendo Cádiz y supongo que sigue siendo Almería (¿Martín Soler y sus tentáculos?) a favor de Patxi López.

-¿Y eso?

-Pues supongo que Manolo Chaves lleva rumiando en su alma con impagable dolor que la renovación orgánica del socialismo andaluz se la haya hecho la jueza Alaya con la callada tronadora de Susana.

Y otra vez volvió el silencio entrambos, como el de Susana pero más profundo, más ciego, casi tapiado.

En realidad, lo abracé mientras le hacía la señal a la camarera de que nos pusiera otra copa, y como dice no sé quién: sólo sabemos de los demás lo que dicen, nunca lo que piensan. En realidad, nunca sabemos nada de nadie.