Pedro Sánchez se inclina por calentar la precampaña, mientras que Susana Díaz y Patxi López parece que prefieren enfriarla. Los tres contendientes en las primarias socialistas van mostrando sus cartas y marcando su perfil de batalla: Sánchez el podemita, López el pacificador y Díaz la invicta. No son, desde luego, las palabras que ellos elegirían para definirse a sí mismos ni tampoco, claro está, las que atribuirían a sus adversarios, pero resumen bastante aproximadamente el eje de campaña de cada uno de los tres candidatos.

Sánchez y populismo

La baza principal de Pedro Sánchez es de naturaleza populista, y no necesariamente en la acepción despectiva del término, sino en el sentido de que las claves de su discurso electoral se inscriben en lo que se ha venido a denominar ‘populismo de izquierdas’.

La mayoría de los ítem manejados por Pedro en sus intervenciones son familiares directos de los que suele desplegar Podemos: la división en buenos y malos, la apuesta por democracia directa, la apelación al pueblo soberano, el rechazo a los burócratas que falsean la voluntad popular, la identificación con la verdadera izquierda que esos burócratas habrían traicionado, la denuncia de la trama de los poderosos conjurados para derrocar al líder elegido por el pueblo… ¿Puede Pedro ganar las primarias con estos mensajes? Bueno, otros antes que él lo han hecho.

López y la paz

La baza principal de Patxi López es la pacificación del partido: si gana Pedro o gana Susana, el PSOE no podrá superar la división interna que hoy lo está desangrando; solo un hombre de paz, sin ánimo de revancha, capaz de entenderse e integrar a unos y otros, puede recuperar la cohesión y la fortaleza del partido.

La bandera de la paz que viene izando López sugiere, no obstante, que el exlehendakari no sería un problema si fuera otro el vencedor de las primarias, es decir, que en lo que a él se refiere la unidad está garantizada en caso de perder. Las consecuencias de su derrota no inquietan a nadie porque no habría tales consecuencias, lo cual puede ser, ay, un aliciente para no votarlo.

Patxi tiene además otro problema: su trayectoria política, su perfil ideológico, sus amistades orgánicas, su biografía institucional, su concepción del partido… todo lo aproxima irremediablemente a Susana Díaz, de cuya idea y proyecto de partido el dirigente vasco está mucho más cerca que de los defendidos por Pedro. No es improbable que simpatizantes iniciales de Patxi acaben votando a Susana, tanto por ese parecido programático como por meras razones de voto útil.

Díaz y la victoria

La baza principal de Susana Díaz son sus victorias, aunque no sean propiamente suyas sino más bien de la federación andaluza del partido, en realidad casi la única que ha aguantado los embates de la crisis de la socialdemocracia y de la arrolladora aparición de Podemos.

En toda batalla, el aura de vencedor suele ser determinante, y Susana está decidida a explotar esa aura y a multiplicar su brillo con una cifra de avales que apabulle a sus adversarios. Acudiendo a un símil futbolístico, la recogida de avales tiene algo de partido de ida: una buena renta en ese primer encuentro eleva la moral del equipo y propicia un clima favorable para quien llega con ventaja al segundo y decisivo encuentro de vuelta, que en el caso de las primarias sería la votación propiamente dicha. Ahora bien, ¿puede Susana perder las primarias aun con esos mimbres tan favorables? Puede. Que se pregunten si no al PSG, derrotado en Barcelona pese a acudir al Camp Nou con una renta de tres goles a favor.

Conviene, en todo caso, recordar esto: aunque en ocasiones parezca otra cosa, en estas primarias los militantes no deciden un programa político, ni siquiera un modelo de partido: eligen una máquina de guerra, y Díaz tiene bien engrasada y a punto la suya de Andalucía, condición no suficiente pero sí necesaria para acudir con garantías a esa madre de todas las batallas que son siempre las elecciones generales.