Pocas veces una decisión conocida por tantos de forma extraoficial tardó tanto tiempo en tomar forma oficial. Será este domingo en un mitin de gran expectación y alto voltaje político cuando Susana Díaz haga oficial el anuncio de que competirá con Patxi López y Pedro Sánchez por la Secretaría General en una batalla que se prevé la más feroz de las disputadas por el Partido Socialista desde los años treinta.

Con la incorporación oficial de Susana Díaz a la carrera, esta entra en una etapa nueva: con los tres corredores ya sobre la pista exhibiendo ante el público su estado de forma físico y moral, lo más probable es que el sesgo de las apuestas hasta ahora favorable a Sánchez empiece a variar.

Tres virtudes y un relato

Este domingo en Ifema, la dirigente andaluza exhibirá músculo orgánico, conexión emocional con las bases y capacidad para reagrupar en torno a su candidatura a dirigentes históricos muy distantes, cuando no enemistados, entre sí.

Con esos argumentos, Díaz propondrá un relato cimentado sobre la unidad del partido y la determinación de recuperar el poder. Serán sus credenciales para ganarse el favor de una militancia a ratos dividida y a ratos indignada, pero a todas horas desesperanzada viendo cómo casi en un abrir y cerrar de ojos su partido no solo perdía más de cinco millones de votos, sino que ni siquiera sabía muy bien qué hacer con los que todavía conservaba.

El filo de la espada

El problema del socialismo español no es que hayan pasado de moda o ya no conmuevan las ideas fundacionales que juró defender: el problema es que la espada con que siempre las defendió ha perdido su filo.

Además de no tener capitán, el Partido Socialista es una máquina de guerra sobrepasada por las nuevas técnicas de combate, impulsada penosamente por una tropa que no cree en la victoria y estrellada una y otra vez contra una fortaleza enemiga cuyos confiados moradores han dejado de tenerle miedo, cuando no respeto. El arma en otro tiempo invencible es hoy un acero mellado.

Gerifaltes de antaño

Felipe González, Alfonso Guerra, Alfredo Pérez Rubalcaba, José Luis Rodríguez Zapatero, Matilde Fernández, José Bono, Carme Chacón… Curtidos en cien batallas pero sin fuerzas ya para empuñar de nuevo la espada, los gejifaltes de antaño que este domingo se darán cita en Ifema se han juramentado para creer que Susana Díaz está llamada a ser la Juana de Arco capaz de recuperar la gloria perdida del socialismo español. Y lo mismo piensa una gran parte de dirigentes locales y territoriales con mando en plaza.

Está por ver, sin embargo, si la infantería convocada a votar a finales de mayo es de la misma opinión. Una buena representación de ella, seguramente no menos de 5.000 reclutas, arropará hoy a ‘La deseada’, cuya candidatura tanto tiempo se ha demorado pese a que, al menos desde diciembre de 2015 si no desde bastante antes, ella sabía que el destino le tenía reservada una jornada como la de hoy... aunque con un horizonte mucho menos tormentoso.

El vértigo y las naves

Susana Díaz Pacheco (Sevilla, 1974) disimula el vértigo, pero no puede dejar de tenerlo. Es la partida de su vida. Con el paso dado este domingo, la presidenta andaluza quema las naves del regreso a casa.

Si gana, continuará al frente de la Junta pero necesariamente por poco tiempo, si acaso lo que reste de 2017 y poco más, y ello sometida incesantemente a la justificada pero inclemente presión de sus adversarios;  y si pierde, ay, si pierde… en tal caso nadie sabe muy bien qué sucederá pero todos sospechan que no será bueno.