En España están los que creen en la justicia, los que no creen y los que creen en ella solo cuando les da la razón. Lo singular de este último grupo es la facilidad con que modula su fe en función de las diferentes sentencias: la semana anterior creía en la justicia porque ésta condenó con dureza ejemplar a los capitanes de la Gürtel, pero esta semana ya no cree en ella porque ha absuelto a la infanta Cristina y le ha impuesto ‘solo’ seis años de cárcel a su marido.

Desde luego, en las encuestas que están haciendo los medios digitales entre sus lectores ganan por goleada los que piensan que no se ha hecho justicia con Cristina de Borbón.

 Elizo y Aguirre, en el mismo bando

El periodismo debería intentar esclarecer esta importante cuestión, que la dirigente de Podemos Gloria Elizo, tras conocerse la absolución, glosaba en estos términos: "Con esos hechos, en el 99,9% de situaciones en otros procesos en el que la supuesta acusada hubiera sido una persona ajena a la Casa Real, hubiera sido condenada".

Elizo tiene derecho, obviamente, a decir lo que dice, pero los ciudadanos tenemos derecho a exigirle que documente debidamente su acusación y, de paso, que nos explique por qué no ha denunciado ya por prevaricación a las tres magistradas del tribunal de Palma que firman esa sentencia, escandalosamente parcial en su opinión.

En el grupo de escépticos a tiempo parcial donde está Elizo se incluiría Esperanza Aguirre, que también opina que la justicia no es igual para todos pues con los jefes de la Gürtel habría sido demasiado “rigurosa”, mientras que con los Pujol estaría siendo demasiado benévola.

El batallón de los descreídos

Elizo y Aguirre no están solas. Su punto de vista es compartido por una gran mayoría de ciudadanos, intelectuales y periodistas para quienes lo relevante es que la justicia haya absuelto a Cristina de Borbón, pero no que haya desarticulado una trama de corrupción en el corazón de la Casa Real cuyo descubrimiento desencadenó la abdicación de Juan Carlos I. En principio, lo segundo parece bastante más trascendental que lo primero, pero el batallón de los descreídos no está dispuesto a aceptarlo: de hacerlo, tendría que abandonar sus amadas tesis tremendistas.

Sostener que se ha juzgado a la infanta no gracias al sistema, sino a pesar del sistema, es jugar con ventaja. Con argumentos así nunca se pierde: si no la juzgan es porque el sistema está amañado y si la juzgan… también.

Un error de cálculo

Más probable parece que la justicia haya podido equivocarse acusando a la hermana del Rey de un delito fiscal de muy difícil demostración, en vez de haberla acusado de otros como el tráfico de influencias que sí podrían haber desembocado en una condena: pero errores así ocurren con bastante frecuencia cuando se instruyen macrocausas de esta clase, propicias también a que las penas se queden finalmente bastante por debajo de las peticiones de la Fiscalía.

La justicia que ha absuelto a la infanta es la misma que la ha sentado en el banquillo y la misma que ha condenado a Francisco Correa, y si no ha hecho trampa con Correa (o sí, según Esperanza Aguirre), tampoco ha tenido por qué hacerla con la infanta (o sí, según Gloria Elizo): salvo, claro está, que alguien logre demostrar lo contrario. Desde luego, ni Elizo ni Aguirre lo han hecho.