El número dos de Susana Díaz en el Partido Socialista tenía casi toda razón en muchos de los argumentos contra Pedro Sánchez, pero casi ninguna en los sustantivos que utilizó. En su rueda de prensa del lunes, a Juan Cornejo le sobraron las siguientes palabras: ‘mentiras’, ‘falacias’, ‘falso’, ‘engañar’ y ‘demagogia’. Ah, y también: ‘guapo’ y ‘espejo’ (mirarse en).

Siete malas palabras que acabaron devaluando los buenos argumentos que el secretario de Organización socialista esgrimió como respuesta a lo dicho por Pedro Sánchez en su mitin del sábado en Dos Hermanas. Si se hubiera limitado a los reproches políticos, sin deslizarse hacia el siempre comprometido terreno de los reproches morales, Cornejo habría salido mucho menos en los telediarios nacionales. Puede incluso que no hubiera salido nada.

El rapto

Entonces, ¿pronunció el dirigente andaluz esas siete palabras para que se le oyera alto y claro más allá de Despeñaperros? En absoluto. Más bien cabría decir que sus excesos verbales no fueron un rapto de narcisismo, sino un rapto de sinceridad, que es precisamente uno de los peores raptos que uno puede sufrir en política.

Cornejo está más bien harto del juego de Pedro Sánchez y de su querencia a utilizar cartas marcadas que el público no sabe que lo son: los periodistas le preguntaron por ese juego y dijo lo que pensaba, es decir, dijo que lo que nunca debía haber dicho. En las guerras civiles de los partidos, en realidad en todas las guerras civiles, conviene ser lo menos franco posible: debe primar la urbanidad por encima de la franqueza, pues las palabras que se tiran ya no se pueden recoger.

Ese carácter contraproducente de la sinceridad en política encierra interesantes enseñanzas, alguna de ellas tan paradójica que no está claro que sea propiamente una enseñanza.

¿Malo malísimo?

Hay dirigentes socialistas perfectamente honestos, en Andalucía y en muchos otros territorios, que piensan que Pedro Sánchez es un aventurero resentido y sin cultura orgánica que, en caso de ganar las primarias, conduciría a la centenaria organización al abismo. Pero también hay otros, igualmente honestos, como José Manuel Rodríguez Uribes que piensan todo lo contrario. ¿Quiénes tienen razón? ¿Es así de malo malísimo Pedro Sánchez? Imposible saberlo. O en todo caso: imposible demostrarlo. Lo mismo que es imposible demostrar que Susana Díaz es todo lo mala malísima que sus enemigos dicen que es.

En política los debates sobre la virtud conducen a la melancolía porque los argumentos que se manejan son, por definición, imposibles de demostrar y, por tanto, resulta tentador abusar de elllos. En política los debates deben ser sobre las ideas, las estrategias, las tácticas, los compromisos, los incumplimientos, las incoherencias…, precisamente sobre todo lo que habló Juan Cornejo antes de llegar a esas siete palabras de las que, a estas horas, probablemente esté más que arrepentido.