Veamos: se han muerto unos cuantos pobres en estos helados días de enero en los tajos de las obras y los campos. Hace un frío del carajo, se escurre la gente, se le caen los cacharros encima, verás.  Y (bien, coño, bien) los sindicatos de izquierdas se han quejado de que esto no puede seguir así, consecuencia de una reforma laboral que ha “precarizado” (sic) el mercado laboral. Por lo que intuimos, parece ser que precarizado quiere decir que se trata más bien de una puta mierda de trabajo y de una puta mierda de sueldo, no sé si me explico.

También parece ser que ninguno de los pobres obreros o jornaleros mortalmente accidentados tenía plus de peligrosidad e incluso peor: ningún tipo de plus. Podría suceder también algo infinitamente más espantoso: que estos pobres muertos tampoco tuvieran días de asuntos propios.

Veamos: se ha producido a la misma vez (Lopera forever) otro gran acontecimiento sindical de enorme alcance para la historia de la lucha de clases: los traductores e intérpretes de Sierra Nevada, empleados públicos de la Junta de Andalucía, que nieve o no nieve cobran los treinta de cada mes,  acaban de ganar en el Supremo la sentencia por la cual se reconoce que tienen derecho al plus de peligrosidad, que de manera tan ruin les había escabullido la dirección de la (ignominiosa?) empresa pública desde el principio de los tiempos.

Qué enorme alivio: todos los que conocemos los trabajos de los traductores e intérpretes sabemos del brutal riesgo que corren sus vidas. Por ejemplo, resbalarse con un verbo o no dar con el giro adecuado, caerse por la pendiente de un adjetivo incorrecto o, espantosamente peor, que les sepulte el ridículo de una preposición inadecuada

Yo el Supremo ha hilado fino y gracias a ello estos heroicos traductores van a ganar un miserable 20 por ciento más de salario, lo cual no deja de parecerme ridículo a la luz de la evidencia de los riesgos mortales a los que se exponen cada vez que tiene que traducir/interpretar/acaso morir.

Dice mi altocargo que lo que más llama la atención en estos enormes avances de la lucha sindical contra los explotadores de las empresas públicas es la prodigalidad con la que sus señorías disponen de los fondos públicos para repartir pluses tan heroicamente conquistados..

Mientras los sindicatos de clase siguen alcanzando hitos en la historia de la liberación de los trabajadores públicos frente al patrono público opresor, ahí afuera, el frío da dentelladas terminales a las vidas sin pluses ni asuntos propios de millones de desgraciados. Perdón, de millones de precarizados.