Nacido en 1951 en la localidad sevillana de Montellano, el nuevo ministro del Interior Juan Ignacio Zoido, de quien dependen las Fuerzas de Seguridad del Estado, está vinculado a Andalucía profesionalmente desde finales de los 80 y políticamente desde la década de 2000, cuando recaló en Sevilla como delegado del Gobierno. Con él suman cuatro los andaluces en el nuevo Ejecutivo: él, Cristóbal Montoro, Fátima Báñez y Alfonso María de Dastis. Bueno, en realidad tres y medio porque el jerezano titular de Exteriores no ha hecho su carrera política en el PP andaluz y ni ha tenido vinculación institucional alguna con su tierra.

Juez en excedencia y decano de los jueces de Sevilla en los años 90, de entonces data la relación profesional de Zoido con la jueza Mercedes Alaya: una cercanía personal a partir de la cual los socialistas intentarían –sin mucho éxito– explicar la determinación de la jueza de los ERE de sentar en el banquillo a media Junta de Andalucía. El respaldo primero de la Audiencia de Sevilla y luego del Tribunal Supremo a las tesis centrales de la instrucción de Alaya haría fracasar la ‘hipótesis Zoido’ como explicación del mayor escándalo de la era socialista.

Una victoria histórica

El gran momento político de Zoido sería su victoria electoral en las municipales de 2011. El PP reconquistaba la valiosa plaza de Sevilla, y además lo hacía por mayoría absoluta, gracias en buena medida al excelente trabajo de Zoido como líder de la oposición municipal. Como alcalde, la suya no fue una gestión brillante, pero es que tal vez no podía serlo en plena crisis y con unas arcas municipales exhaustas.

Cuatro años después, la de Zoido volvía a ser la lista más votada, pero no lo bastante votada: un pacto de la izquierda le arrebataba la Alcaldía y el exjuez volvía a ser de nuevo, pero esta vez sin demasiada ilusión, líder de la oposición local. Nunca se sabrá con certeza si aquella pérdida fue culpa de Zoido o, como ocurrió con tantos buenos alcaldes del PP, la culpa fue de Rajoy, al igual cuatro años antes tantos buenos alcaldes del PSOE habían dejado de serlo por culpa de Zapatero.

Historia de un sobresueldo

Su momento más apurado en la Alcaldía pudo ser hacia junio de 2014, cuando Andalucesdiario.es desveló que había cobrado durante varios años un sobresueldo del partido a razón de casi 25.000 euros anuales. Con ocho o nueve días de retraso, Zoido acabó mostrando sus declaraciones de la renta, aunque fue necesario que la prensa y la oposición se aplicaran a fondo para arrancarle al entonces presidente popular lo que él mismo debió haber entregado sin presión alguna. El alcalde nunca explicó convincentemente por qué aquel jugoso sobresueldo, pero no estuvo solo en ello: ni en la falta de explicaciones ni en el propio complemento salarial.

Zoido no fue un buen alcalde de Sevilla, pero tampoco fue exactamente un alcalde malo. El flamante ministro del Interior fue más bien alcalde gris. Ser un alcalde gris no significa necesariamente ser un mal alcalde: significa simplemente que no puedes ser otra cosa, bien por falta de carácter, por falta de dinero o por ambas cosas. ¿Será Zoido también un ministro gris? No es probable. Al frente de Interior, un departamento lleno de tentaciones, se puede ser cualquier cosa menos gris. Ni siquiera alguien como Jorge Fernández Díaz ha logrado serlo.

Arenas y Cospedal, Cospedal y Arenas

Cuando, tras el chasco electoral de marzo de 2012, el PP no logró desalojar al PSOE de la Junta de Andalucía, Javier Arenas se resistió inicialmente pero unos meses después se vio obligado a dejar la Presidencia del partido. A su prematuro desalojo no fue ajena la ya secretaría general del PP y hoy ministra de Defensa María Dolores de Cospedal. La enemistad entre ambos venía de lejos: en ese pulso con Arenas ganaría Cospedal al situar a Juan Ignacio Zoido como presidente del partido frente a Antonio Sanz, hoy delegado del Gobierno en Andalucía y candidato entonces de Javier Arenas para dirigir el partido.

Llamativamente, el PP logró equivocarse dos veces seguidas al elegir al sustituto de Javier Arenas al frente de la dirección del partido y las dos veces lo hizo porque sí, sin presiones ajenas. Se equivocó con Juan Ignacio Zoido primero y repitió la jugada con Juan Manuel Moreno después. Lo de ‘sustituir dos veces a Arenas’ parece un error pero no lo es: en realidad, Zoido nunca ejerció realmente de líder del PP. Más que un mandato lo suyo fue un paréntesis. Y además, tampoco no era nada fácil compaginar esa tarea orgánica con la de alcalde de Sevilla.

Decir sí cuando debes decir no

Al aceptar la Presidencia del partido, Zoido cometió el error de decir que sí cuando debió decir que no. ¿Y por qué? Pues porque todo en él, memoria, voluntad y entendimiento le aconsejaban que dijera que no: ni el cargo del presidente del PP estaba hecho para él ni él estaba hecho para el cargo. Zoido es un hombre honesto y se le empezó a notar muy pronto que no se encontraba a gusto en el traje orgánico que María Dolores de Cospedal había cosido para él a toda prisa para que Javier Arenas no pusiera a uno de sus fieles al frente del partido. Era evidente que a Zoido el traje de presidente no le sentaba bien: tan evidente que apenas llegó a ponérselo.

Su sustitución por Juanma Moreno, a principios de 2014, fue una operación donde María Dolores de Cospedal rozó el ridículo. No sería, por cierto, la única que le ocurriera en su larga carrera política. Su apuesta, al igual que la de Zoido, había sido José Luis Sanz, pero con toda seguridad su enemiga pública Soraya Sáenz de Santamaría y, presumiblemente, su enemigo íntimo Javier Arenas le ganaron por la mano. La hoy jefa de los ejércitos no habrá olvidado aquella derrota que, para más bochorno, tuvo lugar a la vista de todo el mundo: había apostado por un candidato y casi se entera por los periódicos de que Rajoy había nombrado a otro.