Centrada la opinión pública en el seguimiento  minuto a minuto de la llamada crisis del PSOE y en la adjudicación por los m.c.s. de la responsabilidad de éste en el bloqueo que impide la gobernabilidad de España, van discurriendo en un segundo plano los avatares de un PP que, de juzgado en juzgado, vive con tranquilidad y sosiego lo que, de no ser lo que es, seguramente se atrevería a calificar como travesuras; eso sí, esporádicas. Parece indiscutible  que mientras la estrategia política del PP desde mucho antes del 20 D está recogiendo éxito tras éxito, la del PSOE, si es que en algún momento la ha habido, viene acumulando sólo fracasos.

Sin duda, los pertenecientes al staff del líder del Gobierno y del PP no tendrán problema de puertas giratorias, llegado el caso. Han conseguido afianzar el liderazgo de quien es fácilmente reconocible por sus hechos: magnífica decisión la del alejamiento del Prestige hasta que él solo se hundiera, imborrable huella dejada en los ministerios que tuvo a su cargo, pérdida de todas las elecciones hasta la crisis gracias a los errores del PSOE más que a méritos propios... pero, sobre todo, por su insistencia en faltar a la verdad, aún a sabiendas de que trabucándose al hablar, guiñando descontroladamente su ojo izquierdo o hilvanando surrealistas frases sinsentido propias de una pantomima es reiteradamente “cazado”. Acreditado en imágenes como un caminante falto de carisma, resulta imposible no reconocerle el mérito de un buen maratoniano; acreditado durante 4 años con mayoría absoluta como un político autoritario, nada dialogante y nada negociador, es lógico entender la situación de bloqueo que durante casi 1 año lleva soportando este país. Eso sí, es de admirar la pericia con la que ha conseguido desviar la atención de su incapacidad para conseguir acuerdos y camuflar el mérito de no ser una persona de fiar.

El profano siempre ha creído que, por si acaso, el PP empezó a preparar las segundas elecciones el día siguiente a la celebración de las primeras y las terceras desde el siguiente a la celebración de las segundas. Muy al contrario, ha tenido la impresión de que en el PSOE no se han ocupado de hacer lo mismo. De haber sido así, seguramente la celebración de unas terceras elecciones habría sido vista en  el PSOE como una nueva oportunidad para recuperar el voto de cientos de militantes y simpatizantes que han encontrado en la numantina defensa del no a Rajoy y al PP la esperanza de que un país mayoritariamente de izquierdas dejara de estar gobernado por la derecha. Una vez más la meditada estrategia del PP le dio resultado. Su pánico a perder la mayoría absoluta en el Senado y a que se pudiera reducir de manera importante la abstención había que combatirlo con la campaña frontal y sin fisuras contra la celebración  de unas terceras presentándolas como el mayor desastre para España. El costo de unos 300 millones por unas nuevas elecciones se presentó como lo peor cuando para la mayoría nada peor ni más costoso, con razón, que la continuidad de un gobierno del PP. En estos meses ninguna fuerza de la oposición se ha posicionado a favor de unas terceras con descaro y convicción, ninguna ha hecho de la batalla por el Senado un reto ilusionante por necesario, ninguna ha apostado por el aumento de la participación sobre el que antes de las elecciones de 2008 ya se manifestó un alto dirigente del PP diciendo que su partido confiaba en lo que claramente le beneficiaba: la abstención. Desde mucho antes de esa fecha, tan importante ha sido para el PP contentar a los suyos como generar hartazgo en el resto, fomentando el rechazo por la política entre centristas y moderados de buena fe y ayudando a la división de la izquierda como si ella no se bastara sola.

Con este panorama, el trabajo desarrollado en todo este mes de octubre por la comisión salida de la encerrona de Ferraz el día uno viene cumpliendo con el encargo recibido más allá de lo adecuado de su denominación. A la vista de los acontecimientos debería ser recordada como comisión “promotora” de la abstención y no como comisión gestora de la crisis. A la espera de conocer las caras y nombres de quienes faciliten el domingo el gobierno del PP dinamitando así la defensa de los principios socialistas de siempre, acogiéndose al mal menor para ocultar otros intereses y despreciando el coste que supone el pan para hoy y hambre para mañana, el profano, recordando a Eduardo Galeano, se siente con las venas abiertas por el partido socialista.