Somaya estudió filología inglesa en la universidad y, hasta su salida de Siria, ejerció como profesora. Allí dejó no solo su trabajo y su vida, sino también a su marido que falleció estando ella embarazada. Hoy su hijo tiene 5 años y ella es la cabeza visible de las reuniones exclusivas para mujeres que organiza la Comisión Morada en el Squat conocido como Jazmin. Somaya traduce a las mujeres que se animan a participar en las dinámicas. Pero su labor va mucho más allá. Su ejemplo e impulso es un acicate que consigue mover el engranaje de esta iniciativa promovida por las voluntarias de Voluntart.

Para que puedan vivirlo, otro grupo de voluntarios se ocupa de mantener entretenida a la chavalería con un improvisado cine. Hoy toca Mr Bean, y las carcajadas resuenan en el pasillo. Al fin y al cabo, el humor es un lenguaje universal. 

Tras sufrir los horrores de la guerra, estas mujeres han afrontado un camino duro y lleno de peligros especialmente para ellas. Según Amnistía Internacional, desde el momento que comienzan su viaje, se ven expuestas a sufrir violencia y explotación, sin apenas apoyo o protección. Incluso en territorio, pueden sentirse amenazadas. Quizá por ello, por lo general, las mujeres no socializan en exceso. Suelen estar retiradas en sus “casas” hogar, que suele ser una habitación del squat para toda la familia, o incluso una porción de ésta separada mediante sábanas colgadas. Por eso, para ellas, contar con un espacio y un tiempo en el que puedan convivir, compartir emociones, experiencias y en el que puedan expresarse, ser ellas mismas en definitiva, es tan importante. 


De 16 hasta 60 años

Las reuniones tienen lugar dos días a la semana. El contenido es variable, pero incluye dinámicas de expresión, de trabajo en equipo y de debate, aunque también hay tiempo para la diversión y el esparcimiento. 

Hoy, quizá animadas por la festividad del Eid al-Adha, unas 20 mujeres han acudido a la cita en el aula que hace las veces de club privado femenino. De 16 años hasta 60 años –aunque es difícil calcular la edad ya que en general parecen mayores-; la mayoría amas de casa, pero también universitarias, profesoras, estudiantes de instituto… Aquí las procedencias no importan, siras, kurdas, afganas… mujeres al fin y al cabo. Con las mismas inquietudes e ilusiones. 

¿Cómo te llamas? ¿Cuántos años tienes, cuál es tu color favorito? ¿Cuál es tu comida favorita? Poco a poco, el turno obligatorio va destensando los hilos invisibles de timidez. Algo tan simple como esto les permite abrirse, hablar, expresarse libremente… y comprobar cuántas cosas tienen en común.

"La mujer musulmuna es muy coqueta" 
Como la afición por decorar su cuerpo con henna. “La mujer musulmana es muy coqueta. De hecho, una de las cosas que más echan de menos es la posibilidad de arreglarse, de maquillarse un poco. Para ellas, sentirse bellas es muy importante”, nos explica Raquel, de Voluntart.

“Sentirse bellas es bueno para el alma -explica Somaya - no poder arreglarse ni contar con algunos simples productos de maquillaje, es para ellas un doble castigo.”

Pero la alegría se desata cuando comienza la sesión de música y baile. Amina, de 43 años, ya avisaba en su presentación. “Lo que más me gusta es bailar”, así que le falta tiempo cuando suenan los primeros acordes de música tradicional siria para ganar el centro de la sala y comenzar a zimbrearse. Le siguen animadamente el resto, las jóvenes y las mayores. Las amas de casa y las licenciadas… Las sirias, las palestinas o las kurdas… El baile contagia a todas por igual. Y la alegría, la sensación de despreocupación,  de desconexión de la realidad por un rato se palpa en el ambiente… Estamos en confianza, es nuestro momento.