El Partido Socialista vivió este sábado una de las jornadas más difíciles de su historia. La dimisión de su secretario general, Pedro Sánchez, fue el final de un día catastrófico para el principal partido de la oposición.

No fue hasta las 21 horas cuando Sánchez compareció ante la prensa para anunciar su dimisión como secretario general. “Para mí ha sido un orgullo y presento mi dimisión. Ha sido un honor”, dijo Sánchez tras perder la votación (132 votos en contra frente a 107 a favor), sobre la celebración de un congreso exprés.

Los alrededor de 250 asistentes se pronunciaron a mano alzado sobre este asunto, después de que a media tarde se frustrara una votación secreta, en urna, por las quejas de los críticos. “Sinvergüezas” o “corruptos” eran algunos de los gritos que los críticos lanzaron para quejarse de una votación que, según denunciaron, se iba a producir sin garantías ("se pretendía realizar sin censo ni un un presidente de mesa").

Un partido roto
Mientras tanto, en la calle Ferraz, donde se ubica el cuartel general del PSOE, cientos de militantes increpaban a los dirigentes que pedían acabar con el mandato de Sánchez. Desde primera hora de la mañana, se vivieron momentos de enorme tensión en las inmediaciones de la sede central del Partido Socialista, produciéndose escraches y hasta algún intento de agresión física. 

El ambiente en el interior del cónclave socialista no era mucho mejor. Tanta era la tensión que hasta la propia Susana Díaz rompió a llorar a mitad de la celebración del Comité Federal. Y es que, instalado en una convulsión interna nunca vista en democracia, los dirigentes del PSOE eran incapaces de ponerse de acuerdo ni siquiera en la composición de la mesa que debía presidir el Comité Federal o en el orden del día del mismo.

Tanto es así que hasta las 13 horas no se constituyó formalmente un Comité Federal que apunto estuvo de suspenderse cuando Sánchez ofreció a los críticos que los miembros que dimitieron el pasado miércoles regresaran a la Ejecutiva. Propuesta que fue rechazada de plano por los partidarios de Susana Díaz.

En total, se produjeron hasta cuatro recesos, se rechazó votar la propuesta de los críticos de nombrar una gestora que se haga cargo del partido, se suspendió en varias ocasiones los turnos de palabras… Y todo esto, ante constantes filtraciones a la prensa que, pese a no poder acceder al interior de la seda, narraba al segundo lo que ocurría en el cónclave.