El mismo día que el PSOE se dividía en dos, el partido Laborista británico ofrecía en su conferencia anual, celebrada en Liverpool, un ejemplo de contención aparentemente concebido para aparcar diferencias y apostar por la unidad frente al peligro de escisión. Jeremy Corbyn se enfrentaba a la rebelión de la mayoría de su grupo parlamentario en los Comunes, convencidos de que el actual líder no es el adecuado para ganar unas elecciones en Gran Bretaña, pero tenía a su favor un apoyo de las bases, obtenido solo unos días antes, superior incluso al que consiguió el año pasado.

Su mensaje a los disidentes para que "abandonen la trinchera" y "abracen su visión socialista para el siglo XXI" ha sido el titular más destacado de su discurso final en la conferencia, pero no ha sido el único: