A finales de 2007 estalló en Estados Unidos la burbuja inmobiliaria, los activos tóxicos de sus bancos se expandieron al sistema financiero europeo y a finales de 2008 la crisis ya era mundial. La primera crisis financiera global que dejó a los mercados sin dinero, a grandes bancos derrumbados y nacionalizados porque habían prestado más de lo que tenían. Derivó posteriormente en una crisis económica que finalmente ha sido también política en muchos países europeos. Todo lo ocurrido desde entonces es histórico, porque nunca había pasado antes. La ONU ha alertado que se está gestando una tercera fase de la crisis global cuyas consecuencias pueden ser mucho peores de la que todavía arrastramos. Hay quien habla incluso del fin del modelo capitalista tal y como lo conocemos.

El crédito barato agrava el endeudamiento

 “Las alarmas han estado sonando por la explosión de los niveles de deuda corporativa en las economías emergentes, que supera a día de hoy los 25 billones de dólares. No se pueden descartar espirales deflacionarias dañinas”, señala la ONU en su informe ‘Trade and Development Report 2016: Structural Transformation for Inclusive and Sustained Growth’.

Los efectos secundarios de las políticas de tipos cero y de los programas de expansión cuantitativa puestos en marcha primero por la Reserva Federal y luego por Banco de Japón y por BCE, han inundado a las naciones emergentes de un crédito barato que ha acabado convirtiéndose en una trampa, después de que gran parte del dinero se haya desperdiciado, dirigido a “sectores procíclicos” y de “importancia estratégica limitada”.

 La ONU considera que estos países habrían acabado importando los vicios de las finanzas occidentales mucho antes de estar listos para poder hacer frente a sus consecuencias, y añade que se ha socavado lo que denomina “nexo entre beneficio e inversión”, que en última instancia es lo que impulsa el crecimiento y la prosperidad.

 Desindustrialización y deuda impagable

El resultado ha sido que muchos países han entrado en una “desindustrialización prematura”, siendo más pobres de lo que eran en 1980.  Al mismo tiempo, la deuda de las empresas en los mercados emergentes ha aumentado desde 2008 de manera imparable, pasando de un 57% a un 104% del PIB, y una gran parte de la misma tendrá muchas dificultades para ser pagada.

 “Si la economía mundial se desacelera más bruscamente, una parte significativa de la deuda de en la que han incurrido los países en desarrollo desde 2008 podría llegar a ser imposible de pagar y ejercería una presión considerable sobre el sistema financiero”, advierten los economistas de Naciones Unidas.

 Tercera fase de la crisis

“Existe un riesgo de espirales deflacionistas en el que la fuga de capitales, la devaluación de la moneda y el colapso en los precios de los activos puedan obstaculizar el crecimiento y reducir el tamaño de los ingresos estatales. Como el capital comienza a fluir hacia fuera, ahora existe un peligro real de entrar en una tercera fase de la crisis financiera que se inició en el mercado inmobiliario de EEUU a finales de 2007, antes de extenderse al mercado europeo de deuda”.

 Para evitar un nuevo cataclismo, el informe pide dejar atrás el liberalismo y poner en marcha un “acuerdo global” con fuertes inversiones en sectores estratégicos. “Si los políticos no consiguen mitigar los impactos negativos de las fuerzas del mercado mundial, luego el proteccionismo podría desencadenar una espiral descendente para todos”.