El espacio Caña de Azúcar inaugura el próximo miércoles 21 de septiembre a las 20h la exposición “Creadores frente al espejo” de Vasco Szinetar. Se trata de la primera exposición que abre una agenda cultural promovida por la Fundación para la Cultura Urbana (Venezuela) en este espacio.

“La propuesta del retrato ante el espejo conduce a una reflexión sobre el poder. Quienes se enfrentan a esta experiencia conmigo son personas que han logrado un espacio en la sociedad, de modo que de lo que se trata es de colocarlas en una situación de precariedad y de humor, la cual los hace más humanos”, afirma Szinetar.

Entre el protagonismo del narrador que centra la trama en su propia experiencia y la invisibilidad y omnipresencia de quien se sitúa fuera de la acción, la narración en segunda persona permite sublimar lo íntimo, aflorar la introspección, confesar. Decir aquello que a nadie más se diría. Sólo a ese “otro” a quien va dirigida la palabra. Ese “tú” que en ocasiones se presta también a la duplicación del sujeto narrativo. Un desdoblamiento, un mirarse en el espejo.

Desde 1981, treinta y cinco años antes de que surgiera, con el impulso y la venia de las redes sociales, lo que Joan Fontcuberta teorizó como “reflectogramas”, que eran los retratos en el espejo, usualmente eróticos, había un fotógrafo que desde los ochenta trabajaba ese retrato en el espejo, con una retórica todavía más compleja que la del autorretrato especular popularizado en internet. Este autor era Vasco Szinetar.

Con Venezuela como sede principal, Szinetar se dedicó a retratar a artistas y creadores alejado del tradicional discurso de la tercera persona que se ha mantenido en este género fotográfico desde sus inicios. Szinetar eligió la mirada susurrante de la segunda persona para mostrar ese diálogo entre él, fotógrafo, y su retratado. Lo hizo en una doble vertiente. Por una parte, eligió los servicios de hoteles, casas, despachos, donde encontrar un espejo y allí hacía la fotografía que, más que un retrato, era una narración con dos tramas. La del fotógrafo y la de su acompañante, desubicado por la originalidad.

Al igual que en los reflectogramas que surgieron más de dos décadas después, quien acciona la cámara se desnuda. En el caso de Szinetar, no de manera literal. No insinúa ni muestra la piel. Es aún más profunda, y por eso la segunda persona funciona con la eficacia literaria: su desvelamiento es intelectual, y surge por confesión: a quién admira, con qué alegría lo captura para su propia biografía. Borges, Rushdie, García Márquez, Vila-Matas… Además, algunos de estos retratos capturan el rictus más espontáneo de estos intelectuales, acostumbrados a la pose pero no a la locura contagiosa de su interlocutor.

Nosotros, el público que observa la obra de Vasco Szinetar, nos entrometemos por esta magia surgida de una perspectiva bien elegida, entre dos personas que parecen no querer testigos. Y sin embargo, ahí estamos, escuchando el murmullo que surge de esa mirada. En Caña de Azúcar reunimos a 101 creadores que aceptaron el juego.