Así son los nuevos tiempos. Casi tres décadas después de la caída del muro de Berlín hay países importantes, como Estados Unidos y Reino Unido, que plantean construir nuevas vallas de separación o fortificar las existentes. Al contrario que el alemán, que pretendía impedir la salida de los ciudadanos del este comunista a un Occidente que saludaba su llegada, los muros que se plantean ahora tienen un único objetivo: frenar la entrada en los paraísos capitalistas a quienes huyen de las guerras, las miserias o las hambrunas. Vengan de donde vengan.

Con la crisis de los refugiados adormecida, pero en absoluto concluida, el verano de 2016 ha sido pródigo en propuestas que dan miedo y en hechos que demuestran la inutilidad de las mismas.

El muro de México

Primero fue Donald Trump. Siendo ya candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos, y con más posibilidades de ganar cada día que pasa, Trump reiteró tajante su propuesta anunciada en abril de levantar un muro en la frontera con México y añadió jactancioso que obligará a ese país a pagar su coste.  Y si el presidente Peña Nieto se niega, que es lo más probable, el multimillonario ya tiene pensadas unas cuantas medidas disuasorias: decomisar las remesas de los mexicanos procedentes de sueldos ilegales, que son muchos; aumentar el coste de los visados concedidos tanto a ejecutivos y diplomáticos como a mexicanos de a pie que llegan a Estados Unidos en el marco del Tratado de Libre Comercio; y, si es necesario, recortar las ayudas que conceden al vecino del sur en diversas materias.

Y todo eso cuando, según The Washington Post, el cruce ilegal de inmigrantes mexicanos está en el nivel más bajo de las últimas dos décadas y, según algunas encuestas, algo más de la mitad de los norteamericanos opina que una sociedad con extranjeros es un lugar mejor para vivir.  Lo de Trump es, por tanto, puro populismo dirigido a los votantes republicanos que, estos sí, consideran a los inmigrantes una pesada carga que no contribuye al desarrollo del país. En ellos confía para ganar las elecciones.

El muro de Calais

¿Una consecuencia más del Brexit? Teniendo en cuenta que hace por lo menos quince años que los inmigrantes ilegales se concentran en las cercanías de ese puerto francés, con la intención de saltar al Reino Unido, se diría que sí. Las 5.000 personas que estaban en la llamada "Jungla de Calais" a primeros de año se han duplicado este verano hasta sobrepasar los 10.000, muchas de ellas en unas condiciones lastimosas, con subcampamentos alrededor del considerado "oficial", con lluvia y frío y con un desalojo en febrero en el que hubo choques violentos con la policía francesa.

A ellos va destinado lo que ya se conoce como "el gran muro de Calais", una valla de cuatro metros de alto y un kilómetro de extensión levantada a los dos lados de la carretera que conduce al puerto y cuya construcción costará más de dos millones de euros.

¿Servirá para algo? En opinión de François Guennoc, miembro de una ONG que trabaja en Calais, es una pérdida de dinero. Asegura que la gente encontrará la manera de salvar el muro. Será más peligroso y los traficantes se harán más ricos, pero los inmigrantes conseguirán su propósito, porque es imposible poner freno a tanta desesperación.

Lo curioso de Calais es que ese muro se construirá con fondos británicos. Al fin y al cabo, es el país afectado y la conservadora May, gestora del Brexit, se conforma con dejar contentos a los ciudadanos que votaron a favor de la salida del país de la Unión Europea con el argumento de que los inmigrantes les quitan los empleos y contribuyen a la reducción de los salarios.

El muro de Melilla

Una triple valla de 12 kilómetros separa Marruecos de la ciudad autónoma española. El objetivo, igual que los otros muros, contener la desesperación de miles de subsaharianos que buscan un fututo mejor en Europa.

¿Lo consigue? Pues tampoco. A primeros de septiembre, precisamente, se ha producido la entrada más numerosa en dos años y medio. Más de cien inmigrantes consiguieron dar el salto en una acción coordinada en la que participaron 250 personas repartidas en cuatro puntos diferentes.

"buenas vallas hacen buenos vecinos", reza un poema citado por Andrew Solomon en The Guardian. Este periodista y ensayista replica que "la Historia demuestra que, en muchas ocasiones, buenas vallas hacen enemigos reales. Los muros son símbolos concretos de exclusión, y la exclusión no suele ser una medida diplomática".