Alguien con autoridad debería explicar al público austriaco cómo es posible que la industria nacional necesite nada menos que dos meses y medio largos para fabricar los sobres adecuados para quienes deseen votar por correo en la presidencial del día cuatro de diciembre.

Los ahora disponibles se despegan en pocos minutos, según ha sido comprobado y explicado con detalle por el ministro del Interior, y una tentación de fraude podría empañar una jornada que se prevé memorable no por la calidad de los productos de la industria papelera, sino porque podría ver como Norbert Hofer, un ultranacionalista xenófobo y candidato del así llamado Partido por la Libertad de Austria, se convierte en presidente de la República.

Hofer perdió por un puñado de votos el 22 de mayo frente al candidato de los Verdes (y, de hecho de todos los demócratas) Alexander Van der Bellen, pero el resultado fue anulado por el riguroso Tribunal Supremo atendiendo una reclamación del partido perdedor, que dijo haber apreciado ciertas irregularidades en el recuento.

Un inquietante test

La victoria inicial de Van der Bellen fue un alivio para la opinión democrática y liberal europea, que ve la evolución en Austria (pero también en Hungría, Polonia e incluso en la República Federal Alemana) como la expresión de un cambio en marcha hacia políticas ultranacionalistas animada por la mezcla letal del estancamiento económico y (sobre todo) la llegada masiva de inmigrantes procedentes del Este y, singularmente, del Oriente Medio en llamas.

Las encuestas en Austria siguen dando un virtual empate técnico con ligera ventaja para Hofer, lo que significaría que la opinión nacional es aún algo más sensible al fenómeno de la inmigración que en mayo pasado y se siente acompañada por la evolución en áreas vecinas. Y, sobre todo y como siempre ocurre en Austria, tiene su atención puesta en el gran país vecino y hermano, Alemania.

De allí llegaron el cuatro de septiembre noticias estimulantes para los neo-nacionalistas, porque en la elección en el estado de Mecklenburg-Pomerania Occidental, el equivalente ultra, Alternativa para Alemania, recibió un respaldo tenido por un éxito sin precedentes: segundos con el 20,8 por ciento, solo precedidos por los socialdemócratas (30,6) y por delante de la Democracia Cristiana, la CDU de la canciller Merkel, que recibió un modesto 19 por ciento, humillante para su historial.

 Factores varios

La ola de neo-nacionalismo ultra en Europa ya no es una novedad y se olvida a menudo que no es un producto originalmente euro-oriental... sino francés (el Frente Nacional, que ha crecido sin parar en los últimos diez o doce años con un discurso antinmigración y antimusulmán explícito) y está llegando a Gran Bretaña, donde tras el educado debate sobre el referéndum anti-UE de finales de junio, latía un sentimiento antinmigrantes que fue de hecho el argumento secreto de la consulta.

Se ha dicho, al modo crudo y un poco reduccionista, que la Europa occidental quiere ser "un poco más  blanca y un poco más cristiana", pero como la fórmula es algo más que provocadora aún se mantiene un discurso humanista, el de la raíz de los derechos humanos alumbrados por la Revolución Francesa de 1789 y que, técnicamente, inspiran todas las Constituciones del Continente.

Pero algo está cambiando alimentado por la crisis económica, su temible compañero de viaje, el paro (recuérdese el papel del desempleo en el auge imparable del nazismo bajo la República de Weimar en los años veinte y treinta del siglo pasado). No se dijo explícitamente nunca, pero la incomodidad real del ciudadano británico con los llegados de fuera era la masiva utilización por éstos de los servicios sociales y, singularmente, de la modélica asistencia sanitaria.

El escenario alemán

Es sabido que en el agitado marco europeo, que conoce un inquietante auge populista-xenófobo, el ejemplo de la conducta del gobierno alemán está llamando la atención. Y, con toda razón, la serena gestión de la canciller democristiana, Angela Merkel, que sabe manejar hasta hoy con simultaneidad  las herramientas a su disposición, desde su apoyo al gran acuerdo con Turquía sobre control en origen de la inmigración hasta la utilización discreta y siempre moderada del argumento moral: no es humano, ni racional ni solvente a medio plazo que Alemania cierre sus puertas a los extranjeros...

Hija de un pastor protestante y nacida y educada en la antigua Alemania oriental (comunista), se advierte en su gestión algo diferente, una mirada distinta, una reflexión de estadista, no de concejal en busca de un aplauso fácil. Esto explica que nadie está sopesando a día de hoy sustituirla, ni siquiera sus muy conservadores y "cristianos" socios bávaros (Baviera es, por lo demás, otra cosa, como la CSU no es la CDU).

La emergencia de Alternativa para Alemania es digna de mucha atención, ciertamente, pero debe ser analizada en su ubicación geográfica y en el contexto económico vigente. Lo sucedido en la elección de Mecklenburg-Pomerania occidental ha sido descrito un poco apresuradamente  como "un referéndum de hecho para Angela Merkel". Pero hay que reparar en un hecho central pese a todo, si de parámetros políticos y morales se trata:  los cristianodemócratas más los socialdemócratas (SPD), más la "Izquierda", y Los  Verdes suman aún un 66,8 por ciento de demócratas cordiales. A los neoultras primarios solo se le podría sumar el tres por ciento que obtuvo el NPD, directamente neonazi...