En tiempos de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario, decía George Orwell, aunque, pensándolo bien, la verdad siempre es un acto de rebeldía, porque la humanidad ha estado continuamente inmersa en engaños sistemáticos y universales, siempre en pos de los intereses de los grupos de poder. No es nada extraño que se nos haya contado en las escuelas, explícita o implícitamente, que pensar es pecado. Pensar mucho te vuelve tonto, o loco, me dijo una vez una maestra estúpida cuando era niña. Nunca lo olvidaré, porque me hizo tener miedo, dado que yo no podía evitar pensar. ¿Me volvería tonta por hacerlo? No. Simplemente me cuestionaría las verdades prefabricadas e impuestas, lo cual molesta a los mediocres tanto como a los que propagan el mimetismo y la mediocridad.

“Nada hay sagrado para quienes piensan. Con descaro llaman a las cosas por su nombre. Elaboran análisis disipados y síntesis concupiscentes. Se entregan a la salvaje y libertina persecución de la verdad desnuda, al toqueteo libidinoso de temas delicados, al roce de opiniones. Y se quedan tan anchos.” decía en un poema la escritora y ensayista polaca, premio Nobel de Literatura 1996, Wislawa Szymborska, aludiendo a la “temeridad” de quienes buscan la verdad, de quienes no se conforman con la superficie de las cosas, de quienes viven la libertad siendo capaces de llegar al límite de su pensamiento sin frenos ni prejuicios, de quienes no temen sumergirse en la verdad sin ropajes y en el significado profundo de las cosas.

De tal manera que el camino de los que tienen espíritu analítico y crítico, y la inquietud de aprender la verdad del mundo y de la realidad que nos rodea, es el camino, como decía Alvin Toffler al respecto de los analfabetos del siglo XXI, de desaprender lo aprendido y reaprender la realidad con una mirada nueva. Y tan es así que, en mi caso, me he ido dando cuenta con el paso del tiempo de que prácticamente todas las grandes “verdades” que me contaron en mi infancia son, en realidad, grandes mentiras. La moral religiosa que me enseñaron ahora me parece una enorme inmoralidad, los conceptos de patria, valor, sacrificio, decencia, caridad, bondad, maldad, disciplina, religión, educación..., han cambiado radicalmente en mis esquemas profundos y han visto trastocados sustancialmente sus significados; que no se corresponden, en absoluto, con las ideas con que me adoctrinaron.

Una de esas mentiras con que nos embaucan es la idea de que la especie humana es superior al resto. El cristianismo lleva veinte siglos expandiendo un antropocentrismo mezquino que excluye a cualquier ser vivo no humano del derecho a la dignidad y a la compasión, y les convierte en víctimas indefensas de la voracidad humana. Ese antropocentrismo y ese desprecio a los seres de otras especies es la raíz ideológica del maltrato animal. Y no es peccata minuta, porque el mundo, en medio de esas ideas antropocéntricas con las que se nos adoctrina, es mucho más inhumano, insolidario y atroz. Que nos lo cuenten a los españoles, cuya “fiesta nacional”, cuyo origen es, por cierto, un sacrificio a un santo cristiano, es un espectáculo dantesco donde la sangre, la tortura y la muerte de un ser inocente hacen las delicias de una sociedad convertida, desde la infancia, en adicta a la crueldad y al sadismo. Me refiero a la tauromaquia, y, en general, al maltrato animal.

El desprecio hacia los animales no es otra cosa que ignorancia teñida del pensamiento soberbio y fascista de quienes desprecian la vida de los que considera inferiores. Hizo falta mucha sangre y mucha lucha para conseguir que las mujeres fueran consideradas seres humanos de pleno derecho, también hubo una lucha inmensa para conseguir los derechos de los negros. Espero que llegue el día en que también se adquiera la conciencia general de que los animales de otras especies tienen derecho a la vida sin esclavitud ni sufrimiento, o, al menos, a una muerte, si es el caso, mínimamente digna. La semana pasada fue noticia un estudio científico, publicado en la eminente revista científica Science, que demostraba que los perros entienden el idioma humano; y que en su cerebro se activan las mismas zonas que en las personas en el acto de comunicación. En otras palabras, son inteligentes y entienden nuestro lenguaje.

El próximo sábado, día 10 de septiembre, fecha simbólica de una de las mayores aberraciones de crueldad y de maltrato animal, el Toro de la Vega, habrá una manifestación por la abolición del esperpento inhumano de la tauromaquia y de cualquier espectáculo que conlleve maltrato animal. Convocada por PACMA, saldrá de la Puerta del Sol de Madrid, recorriendo varias calles de la capital exigiendo, una vez más, la abolición de las corridas de toros, la superación de una aberración secular que es el símbolo más vergonzoso de la infame crueldad humana. Su lema es “Misión: Abolición”. Y Madrid se vestirá de blanco y verde como símbolo de la solidaridad para con todos los seres que existen. Porque ése es en realidad el verdadero amor al prójimo. Y porque ésa es, en realidad, la verdadera compasión y la verdadera espiritualidad. Es hora de desaprender y de reaprender la realidad.