Que levante la mano a quien no le haya pasado nunca. Uno se cree el líder de su grupo de amigos, el pegamento que mantiene unida a la manada, la dovela central que evita que la amistad forjada durante años se desmorone de un soplido. Y, de repente, llegan los doble checks que no se responden, las sospechas de grupos paralelos en Whatsapp para ponerte verde y la confirmación final de que tus colegas se reúnen a tomar cañas a tus espaldas y te mienten con la excusa de que surgió por casualidad o “pensamos que estarías muy liado”.

Algo así debió sentir el pobre Mariano Rajoy cuando el pasado 22 de agosto se conectase a su Facebook y descubriese que sus compis europeos habían subido varias fotos surcando los mares en un barco al que no estaba invitado.

Con la diferencia de que Angela, François y Matteo no estaban a bordo de un velero alquilado en las calas de Menorca, sino en un portaviones en Sicilia. Y que en lugar de estar tomando mojitos y tirándose globos de agua estaban planeando la postura frente a los retos del Brexit, la crisis de refugiados o el terrorismo yihadista. La postura que, con toda seguridad, impondrán en Bratislava el 16 de septiembre al resto de países de la talla de Chipre, Malta, Croacia… o España, pese a ser la cuarta economía de la UE.

El enanismo de España en lo que respecta a nuestra influencia en Europa sirve al Partido Popular como un argumento más de los males que sufre el país por culpa de no tener Gobierno. A la amenaza de los mercados, el descalabro de la supuesta recuperación y las pocas medallas cosechadas en Río de Janeiro, ahora hay que sumar el hecho de que los líderes europeos no nos descuelguen el teléfono o eviten visitar el país, como hizo Angela Merkel este verano.

Y eso que somos “la nación más antigua de Europa”, los Erasmus se dan codazos por elegirnos como destino y hacemos la paella como nadie. Razones todas para que Rajoy vuelva a ser investido presidente, pero que no parecen convencer a quienes tienen las riendas de la UE.

Sin embargo, el argumento cae por su propio peso cuando se echa la vista hacia atrás, a cuando no sólo teníamos un Ejecutivo, sino que era “el Gobierno de los mejores” y contaba con una mayoría absoluta a sus espaldas. Porque en la legislatura de Rajoy hemos perdido la silla en el BCE, la Vicepresidencia de la Comisión Europea, Miguel Arias Cañete tiene una Comisaría made in China y Luis de Guindos se quedó compuesto y sin Presidencia del Eurogrupo, por nombrar sólo unos pocos ejemplos.

Quizás, sólo quizás, si De Guindos hubiese conseguido ese puesto, ahora no sería ministro de Economía y nos habríamos ahorrado el bochorno de intentar enviar al panameño Soria al Banco Mundial. El penúltimo hito de nuestra influyente Marca España.