Con agosticidad, Mariano Rajoy dio este martes la prueba final del poco respeto que le merece el parlamentarismo. Ya se rió de la Cámara dilatando la incertidumbre sobre cuándo sería convocada por su mejor amiga y presidenta del Congreso; lo reiteró cuando eligió un modelo de investidura que hace unos meses era irrespetuosa, cuando la eligió el PSOE; y dejó claro que se burla del Congreso cuando utiliza sus plazos para presionar a la oposición y forzar una hipotéticas terceras elecciones el día de Navidad.

Una falta de respeto al parlamentarismo español, muy en la línea con su pacto con Ciudadanos para realizar una reforma electoral presidencialista que no le haga pasar por los apuros de estos meses y una reforma municipal para que, por fin, “sea el vecino el que elija al alcalde”.

Este martes, Rajoy acudía a “pedir la confianza” de la Cámara para formar un Gobierno, pero no aportaba ni una propuesta en la que confiar. En menos de hora y media de discurso, el presidente en funciones apenas ha ofrecido medidas concretas: una reforma para autónomos, y bajar impuestos a pymes y 2 puntos de IRPF, siempre y cuando se alcance el objetivo de déficit, lo que parece imposible si sigue gobernando él.

Más allá de eso, otros pocos minutos los ha dedicado a medidas vagas o ya existentes, como la reducción de los contratos de trabajo a tres modelos, los mismos que hay ahora. Que si un Pacto por la Unidad de España, que si convocará al Pacto de Toledo, que si hará un Pacto Nacional contra la Violencia de Género u otro pacto nacional por el i+d+I. Parece que Rajoy se ha contagiado de la pactitis vacía de Ciudadanos.

Sin embargo, el grueso del discurso se ha basado en dos pilares, a partes iguales: lo guapo que es él y lo feos que son los demás. La segunda opción es el enésimo remake del discurso del miedo, y que ya se ha visto venir desde el segundo minuto de su discurso –posible récord olímpico-, cuando ya ha criticado a Pedro Sánchez. Además de alertar contra una alternativa “aventura de radicalismos” y el riesgo de que “las cosas se puedan torcer” ahora que “los españoles han empezado a ver un horizonte de esperanza”.

Aparte de asustar viejas, Rajoy también ha insistido en que él y su gobierno son los mejores del mundo mundial. Incluso ha presumido de que “son los españoles quienes me traen aquí” y que existe un “clamor popular” para que haya un gobierno, el suyo para ser más concretos. Además de presumir de todo lo que ha hecho y de mentir diciendo que nos libró del rescate, Rajoy ha dedicado dos minutos a la corrupción, pero para ponerse como ejemplo de virtud. Y que aumentará el empleo, bajará los impuestos y que luchará contra el cambio climático. Lo raro hubiera sido que prometiese más paro, más impuestos, más contaminación y el sacrificio de los primeros hijos varones. Aunque aún así ganaría otra vez las elecciones.

Un presidente ya electo, en su segundona intentona, es normal que presuma de lo que ya ha hecho, aunque en su momento, González, Aznar y Zapatero tenían detrás una mayoría reforzada. Pero si no hay manera de elegirte tras venir de una mayoría absoluta, como es el caso de Rajoy, no puedes pedir apoyo para seguir haciendo lo mismo.