La española Ruth Beitia, nueva campeona olímpica de salto de altura, aseguró nada más lograrlo que en su regreso al atletismo decidió asumirlo todo con alegría y esa ha sido una de las claves de su medalla de oro en los Juegos de Río 2016. "Desde que volví solo hago sonreír y ponérselo fácil a la gente para que disfrute conmigo", dijo la atleta de 37 años poco después de recibir su medalla de oro.
Este sábado (domingo hora española) en el estadio olímpico de Río de Janeiro, Beitia se convirtió en la primera campeona olímpica de atletismo de la historia de España al mantener un concurso perfecto hasta superar la vara en 1,97 metros.
Beitia, de 37 años, confesó que al final de la competición estuvo nerviosa, pero a medida que fallaron sus rivales la felicidad aumentó. "Cuando falló Demireva dije, se cumplió el sueño, soy medallista olímpica, cuando cayó Vlasic subí a plata y luego falló Chaunte y sentí que la suerte estaba esta vez de mi lado", apuntó Ruth, que cuatro años antes, en los Juegos de Londres, llegó con otras tres a la última fase y ella se quedó sin medalla.
Ruth no habló de su futuro, dijo que competirá en dos reuniones más de la Liga de diamante en la que va líder de la general de altura, y luego vivirá día por día sin pensar en los Mundiales del verano en Londres ni en nada. "Ahora quiero tomarme una cerveza fría, o dos, y abrazar a Ramón (su entrenador Ramón Torralbo) que ha estado todo este tiempo; la medalla olímpica también es suya porque ha sido consecuencia de nuestro trabajo de 26 años", señaló. "Siento mucha felicidad y ganas de echar para fuera las lágrimas que tengo dentro", concluyo. 
La competición
Beitia, la mayor de las 17 finalistas con 37 años, logró el oro con un salto de 1,97 metros, por delante de la búlgara Mirela Demireva (plata) y la croata Blanka Vlasic (bronce), que saltaron lo mismo que la española.
Con victorias en los mítines de la Diamond League de Oslo, Estocolmo y Londres, Beitia competía este domingo de madrugada hora española en una pista rápida, como a ella le gustan, en un ambiente de calor húmedo que le recuerda a su tierra, Santander, y después de haber hecho muy buenos entrenamientos de técnica aquí en Río. El viernes se fue a dormir con este tuit: "A veces.. los sueños se hacen realidad... Buenas noches España".
Era una final de alto nivel medio: 17 atletas -todas en el estrecho margen de siete centímetros en el ránking del año- se habían colado en ella mediante la clasificación automática, saltando la marca de 1,94 exigida. La española, con su ojo de experta, previó que para ganar medalla habría que saltar dos metros, pero fue suficiente con tres centímetros menos.
La favorita era Chaunte Lowe, líder mundial del año con 2,01, que cuenta con dos sextos en su experiencia olímpica. La norteamericana, mamá por tres veces, quería despedirse con un oro en sus últimos Juegos. Sólo ella y la alemana Marie-Laurence Jungfleisch habían superado los dos metros este año.
Nunca como en Río la final de altura había ofrecido un duelo generacional tan cerrado. Del lado de las jóvenes, la estadounidense Vashti Cunningham, de 18, había batido en marzo a Ruth Beitia para conquistar el título mundial en pista cubierta. Aquí, sólo pudo ser decimotercera. 
Sin fallo alguno
La española fue la primera en intervenir. Lo hizo saltando 1,88, como también lo hicieron las otras 16. Después el listón subió a 1,93. Ruth voló sobre la varilla a la primera. Ahí cayeron cinco, y siete más en la siguiente altura (1,97). Quedaban cuatro para tres medallas y la española, que no había cometido un solo fallo, seguía primera cuando, junto a la búlgara Mirela Demireva, Vlasic y Lowe, atacó la barra en 2,00 metros.