Nadie como el Roto para describir lo que estamos viendo estos días posteriores a las elecciones y previos a la investidura del presidente del Gobierno. En su viñeta del pasado viernes aparecía un oscuro personaje con gafas de sol que le decía a otro, igualmente oscuro: "Ellos ya han olvidado lo que votaron y nosotros lo que les prometimos. Ya se puede formar gobierno". Esos personajes de viñeta, podrían tener el rostro de Rajoy, de Rivera, de Homs y, aunque aún está por confirmar, de Pedro Sánchez. Unos prometieron que con el voto que les otorgábamos jamás harían presidente a Rajoy; otros que con el PP lo único que se podía negociar era la independencia de España, y el PP demonizó a cualquiera que se atreviera a hablar con los rompedores del país. Pero ya ven, ha sido comenzar el reparto de cargos y grupos en el Congreso, es decir, el reparto de poder y dinero, y de lo prometido apenas queda ya ni el recuerdo. 

Por supuesto, que todo dice hacerse en bien de la estabilidad del país, porque, al parecer, no podemos seguir ni un día más con un gobierno en funciones. Es como cuando los mayores preguntan a los niños sobre lo que quieren, hacen como que toman nota y después, siempre por su bien, actúan sin tenerlos en cuenta. Porque eso es exactamente lo que somos para la mayoría de los políticos a los que alimentamos, unos niños.

Porque eso es exactamente lo que somos para la mayoría de los políticos a los que alimentamos, unos niños

Cuando depositó su voto creyéndose que serviría para echar a Rajoy y sus huestes del poder, porque eso es lo que había dicho su candidato hasta desgañitarse durante la campaña, en realidad usted no sabía, como ser inmaduro que es, lo que le convenía. Puede que papá político lo dijera, de eso no dude, pero lo hacía para que usted se comiera la coliflor hervida que tan buena es para la salud, pero que tan mal sabor tiene.

Tras las elecciones ha pasado el tiempo de escuchar a los niños y ha llegado el momento de los mayores. Así que no se hagan mala sangre, limítense a abrir la boca, masticar y tragar. Intenten olvidar lo que nos prometieron, mejor aún, olvídense de lo que votaron. De esa manera les quedará esa solución tan hispana del cabreo, de echar la culpa de lo que nos pasa a los demás. Imaginen las tardes de gloria que nos quedan en la barra del bar, con una cerveza fresquita en las manos, mientras ponemos a parir al gobernante de turno, con la santa inconsciencia de tener la seguridad de que nosotros no le votamos. Porque nosotros votamos... ¿a quién demonios votamos nosotros? Bueno da igual, no nos acordamos, pero seguro que a ese señor triste y corrupto no.