Cada día que pasa se acerca más la posibilidad de que Mariano Rajoy vuelva a ser investido presidente del Gobierno. De momento, ya ha conseguido, entre sus muchos otros récords políticos, ser el presidente que ha estado más tiempo en la Moncloa tras una sola investidura. Va camino de los cinco añitos desde que ganó las elecciones de noviembre de 2011. No está siendo una misión sencilla, pero sus contrincantes van cayendo a la lona de puro hastío, sin que haya sido necesario hasta ahora que don Mariano dé ni tan siquiera un golpe al aire.

El primero en ceder, como era de esperar, ha sido Rivera. Ya le ha concedido la abstención. El segundo, empujado por su cohorte de fieles barones, será Sánchez. Desde el PSOE se insinúa que si Rivera va un paso más allá y cambia la abstención por el voto afirmativo, ellos pasarían a la casilla que deja vacía Ciudadanos y se podrían abstener. Es una pena que en esta democracia las promesas electorales no tengan la validez de un contrato. Si así fuera, más de uno iba a tener que devolver los votos que los ciudadanos les dieron, con la condición de que hicieran lo posible para que Rajoy no volviera a gobernar este país. 

Todo sería más fácil y comprensible, si España fuera decente. En ese caso, a estas alturas no estaríamos metidos en este berenjenal, porque don Mariano habría dimitido en cualquiera de las muchas ocasiones en las que se ha demostrado que ha permitido, siendo muy generosos con él, la corrupción. Porque el principal problema de ceder para que el PP continúe en el poder, no es que sea un partido que haya aprovechado su mayoría absoluta para dinamitar el pequeño estado del bienestar que habíamos conseguido. No, el problema esencial, cuasi filosófico, es permitir que siga gobernando un equipo de personas que son sospechosas, en el mejor de los casos, de proteger, obstaculizando la labor de la justicia, a delincuentes.

Si se tratara de una simple cuestión ideológica, sería muy fácil que los ciudadanos que votaron a otros partidos, pudieran entender que sus electos dieran su apoyo al partido más votado, para acabar con la provisionalidad en la que vive España. Pero lo que se está dilucidando estos días, es si los diputados que hemos elegido para que nos liberen de la extorsión a la que nos ha sometido una banda organizada, van a acabar permitiéndoles que tengan la posibilidad de seguir delinquiendo. Porque, en ese caso, serán cómplices de sus delitos.